Su interés por la misma ya despuntaba en la asignatura de dibujo del antiguo bachiller, dedicando muchas horas a practicar con lápiz y carboncillo.También practicó otras disciplinas artísticas como la talla artesanal y la escultura, modelando en barro, yeso o escayola, aunque su gran afición fue siempre el dibujo.Durante esta primera etapa de su trayectoria artística, participó en varias exposiciones colectivas, como las del Club P.A.L.A.En el año 1974 retomó su auténtica vocación, la pintura, y se introdujo en las distintas salas de arte del momento.Supo captar y reflejar con gran sensibilidad el ambiente y la atmósfera de antaño, dejando así constancia plástica y documental para las generaciones futuras, pues ningún otro pintor de la época se dedicó a inmortalizar a la ciudad para conmemorar una efeméride tan importante en la historia de Canarias.Hasta la llegada de Comas Quesada, exceptuando determinados lienzos de Nicolas Massieu, Felo Monzón, Jorge Oramas y otros autores más, Las Palmas era un ciudad sin pintores que la retratasen.Aunque también creó varias colecciones con otra temática paisajística durante esos años.En la última etapa de su carrera artística rompió con lo ilustrativo e intentó composiciones no tradicionales, se volvió más sobrio en el color y matizó las tonalidades buscando una gama de colores más extensa.Esta corriente abogaba por la experimentación, superando los moldes tradicionales que dominaban al género y ofreciendo una visión renovada acorde con la estilística del momento.
Lápida conmemorativa
Monumento a Comas Quesada (1995), en la Alameda de Colón de su ciudad natal