Joanna Russ

[2]​[3]​ Se gradúa en la Universidad Cornell, donde estudia con Vladimir Nabokov [5] en 1957, y recibe un Máster en Bellas Artes en la Yale Drama School en 1960.[5]​ En aquel momento, la ciencia ficción se veía dominada por autores que escribían para una audiencia predominantemente masculina, pero las mujeres empezaban a introducirse de forma creciente en el campo.James Tiptree Jr, en una carta a la autora, escribió: "¿imaginas que cualquiera con media neurona funcional puede leer tu trabajo y no tener sus dedos ahumados por las múltiples capas de amarga rabia que hay en él?Huele y arde como un volcán mortífero sepultado por mucho tiempo, del que está empezando a preguntarse si pueda explotar."En una carta a Susan Koppelman, Russ pregunta sobre una joven crítica feminista "dónde es su rabia?""[13] Por casi 15 años fue una influyente (aunque intermitente) columnista para The Magazine of Fantasy & Science Fiction.[9]​ Su primer cuento de ciencia ficción fue "Nor Custom Stale" en The Magazine of Fantasy & Science Fiction (1959).Su trabajo académico en torno a estudios de género en la ciencia ficción fue reconocido con un Premio Pilgrim en 1988.[11]​ Típicamente considerada una autora de ciencia ficción, sus escritos sobre pornografía y sus importantes contribuciones al pensamiento feminista acerca de la pornografía y la sexualidad son a menudo pasados por alto.Russ creía que las activistas anti-pornografía no tomaban en cuenta cómo las mujeres experimentaban la pornografía creada por hombres, un tema que se aborda en "Being Against Pornography", así como en múltiples ensayos publicados e inéditos.Russ y su trabajo son destacados en el libro de Sarah LeFanu Drings "Chinks in the World Machine: Feminism and Science Fiction" (1988).Helen Merrick llegó a considerarla como una figura ineludible en la historia de la ciencia ficción.Organizó los ataques en siete categorías, tomadas directamente del artículo citado: Aun así, se sentía culpable por la crítica extrema y franca.Se disculpó por sus palabras duras sobre The Light That Never Was (1972) de Lloyd Biggle, por decir, "es innecesario golpear a autores que probablemente se están muriendo de hambre, pero los críticos deben ser sinceros."