Jacobo Fijman

Formó parte de la vanguardia literaria del grupo Martín Fierro, donde se vinculó con Jorge Luis Borges y Oliverio Girondo.

Tras una breve estancia en Buenos Aires, se trasladaron al sur, donde su padre trabajaba colocando vías férreas en la línea de Río Negro.

En 1907 se mudaron a Lobos, donde haría sus estudios primarios; desde niño mostró gran habilidad para el dibujo.

[1]​ Durante sus estudios en el Instituto de Lenguas Vivas se formó en filosofía antigua, griego y latín.

Adepto al violín desde muy joven, acudió con asiduidad a los espectáculos de música clásica, mostrando verdadera pasión por Arcangelo Corelli.

Abandonando trabajo y hogar, vagabundeó por la Argentina ganándose la vida como músico callejero; de esta época datan sus primeros poemas.

[1]​ Intentó restablecerse, trabajando como periodista primero en el Uruguay y luego para Mundo Argentino y la revista de la comunidad judía, Vida Nuestra; en esta última aparecen sus primeros poemas publicados, gracias a su amigo de infancia Carlos Grünberg.

Y en Molino Rojo desde luego, hay una intención que empieza por la demencia..."[2]​ Su estado se había agudizado entretanto, abrazando una suerte de misticismo fascinado con la religiosidad medieval.

Sin embargo, pudo desempeñarse con elegancia como columnista de arte para el diario Crítica, cuyo fundador, Natalio Botana, lo había contratado junto con el célebre psicólogo Enrique Pichón Rivière para la sección de cultura.

Número desapareció en el curso de 1931, y Fijman se vio nuevamente reducido a la indigencia.

Otro poema aparecería dos años más tarde, atrayendo la atención del escritor y abogado Vicente Zito Lema.

Pocos meses más tarde la revista Extra, de Bernardo Neustadt, publicó varias notas del mismo Fijman, y su figura volvió a cobrar celebridad.

Las revistas de sociedad se ocuparían de él durante un tiempo, y el poeta recibiría invitaciones para publicar y aparecer en los medios; en 1970, invitado a una emisión cultural del Canal 7, Fijman provocó quizás su último escándalo al declarar públicamente que todos los domingos, en misa, los sacerdotes comen mierda.

En 1985 una semblanza póstuma lo recordaría como Jacobo Fiksler en la novela El que tiene sed, de Abelardo Castillo.

Vicente Zito Lema y Galileo Bodoc escriben la dramaturgia de la obra "El Cristo Rojo".