J. M. E. McTaggart

Allí tuvo como profesores de ciencias morales a Henry Sidgwick y James Ward, ambos distinguidos filósofos.

Pero su carácter era contradictorio: pese a su conservadurismo, fue notable activista por el sufragio femenino, y, pese a su ateísmo, fue un firme creyente en la inmortalidad del alma y defensor de la Iglesia de Inglaterra.

La boda se celebró en Nueva Zelanda, país al que el filósofo había acudido para visitar a su madre.

Según su argumentación, lo contradictorio en nuestra percepción del tiempo es que todos los acontecimientos y realidades ejemplifican las tres propiedades de la Serie A, como son pertenecer al pasado, el presente o futuro.

Un suceso simple es presente, ha sido futuro (no “ha sido pasado”), y será pasado (no “será futuro”, con lo que se crea una curiosa confusión de identidades entre tiempo verbal e instancia temporal).

La gran perspicacia de McTaggart fue demostrar que este razonamiento da lugar a un círculo vicioso o una serie viciada infinita.

Uno puede construir su razonamiento sobre una segunda Serie A, dentro de la cual cae la primera serie, del mismo modo que los sucesos caen en la primera, y así sucesivamente, con lo que se incurre en la misma contradicción.

Aunque se opuso a la creencia en un Dios personal y negó el absoluto, la filosofía de McTaggart era fundamentalmente optimista.

También se le estudia, debido a su forma de hacer y a su vinculación con Russell y Moore, en relación con la filosofía analítica, aunque sus ideas fueron producto de una era anterior.

The Nature of Existence, junto con Prolegomena to Ethics, de Thomas Hill Green y Appearance and Reality, de Francis Herbert Bradley, marca el apogeo del idealismo británico.