Iván Turguénev

fue un escritor, novelista y dramaturgo, considerado el más europeísta de los narradores rusos del siglo XIX.

Sus relaciones con Lev Tolstói y Fiódor Dostoyevski fueron a menudo tensas, considerando la tendencia proeslavista de ambos.

En 1880, el famoso discurso de Dostoyevski en la inauguración del monumento a Pushkin versó sobre su reconciliación con Turguénev.

Con tal inspiración, Tolstói escribió obras como La muerte de Iván Ilich y La sonata a Kreutzer.

Por expreso deseo de Turguénev su cuerpo fue trasladado a San Petersburgo y enterrado en el cementerio Vólkovo.

En ese mismo año, entre el Diario... y su primera novela importante, Turguénev escribió un notable obituario para su ídolo Gógol en la Gazeta de San Petersburgo; El censor de San Petersburgo no aprobó esta idolatría, pero Turguénev lo convenció para publicarla.

En esta época, miles de intelectuales rusos emigraron a Europa, entre ellos Aleksandr Herzen y el mismo Turguénev.

La crítica de aquel momento no tomó la novela en serio, y —desilusionado— Turguénev comenzó a producir menos.

Su siguiente obra, Humo (Дым), se publicó en 1867 y —de nuevo— la recepción en su propio país fue poco entusiasta.

Durante esta época escribió también otras novelas cortas como «Aguas primaverales», «Primer amor» y «Ásya/Ánushka», que posteriormente se reúnen en tres volúmenes.

En sus novelas de ambientación rural, los temas dominantes son la frustración vital, los amores fallidos, la crítica a la vida rusa o las nuevas ideologías.

Esta última es posiblemente su mejor novela, y en ella plantea la diferencia entre dos generaciones a causa del pensamiento nihilista, muy en boga en la época en que fue escrita.