Isaac ben Moses Arama (en hebreo: יצחק בן משה עראמה, romanizado: Yitzchak ben Moshe Arama; también conocido como Baal HaAkedá, "el autor de la Akedá"; c. 1420, Zamora – 1494, Nápoles) fue un destacado rabino, filósofo y teólogo judío castellano.
Su creciente reputación le llevó más adelante a ser nombrado rabino en Fraga, en el reino de Aragón, donde continuó su labor como maestro y guía espiritual.
Fue en este contexto que comenzó a escribir sus comentarios homiléticos y filosóficos, donde buscaba fortalecer la identidad judía en tiempos de intensa asimilación cultural.
[3] Finalmente, se estableció en Calatayud, donde ocupó el cargo de rabino principal y dirigió una academia talmúdica.
Este fue un momento trágico, ya que la expulsión desmanteló numerosos centros de estudio y rompió las redes de sabiduría y tradición que habían prosperado durante siglos en la península ibérica.
Después de la expulsión, Arama se trasladó a Nápoles, Italia, donde continuó su labor teológica y filosófica a pesar de las adversidades y las dificultades que enfrentaron los judíos expulsados.
[6] Isaac Arama dejó un legado literario significativo, que abarca tanto la exégesis bíblica como la filosofía y la ética judía.
A través de su obra, Arama intentaba demostrar que el judaísmo era compatible con el pensamiento racional, aunque subrayaba que la revelación divina y los valores de la tradición judía debían prevalecer.
[5] Akédat Yitzchak fue muy apreciada en su época y continúa siendo una referencia en estudios de filosofía judía.
[10] Cházut Káshah contiene una refutación detallada del concepto de gracia divina según el cristianismo.
Reafirma que la libre elección y la capacidad de los seres humanos para actuar moralmente son esenciales para la justicia divina, y que toda intervención divina respeta esta libertad humana.
Su obra buscaba conciliar los principios de la mística judía con el racionalismo medieval, creando un enfoque original que incorporaba tanto la sabiduría cabalística como los conceptos de la filosofía clásica y medieval.
[16] Además, Arama se destacó como un erudito del Talmud, y su intento de sintetizar el pensamiento racionalista con los principios tradicionales judíos reflejaba una respuesta a los desafíos de su época, marcada por la influencia creciente del humanismo renacentista y el pensamiento filosófico secular en las comunidades judías.
En sus escritos, Arama defendía el estudio del Talmud y la Torá como fuentes fundamentales de conocimiento y sabiduría moral, que debían complementar cualquier exploración filosófica externa.
Su obra proporcionó a los judíos exiliados una base sólida para mantener su fe y tradición en un entorno cada vez más hostil.
Su obra ha contribuido a la continuidad de la identidad y el pensamiento judío, proporcionando una estructura que permitió a las generaciones posteriores mantener una relación armónica entre la razón y la fe en un mundo cada vez más secular.