La inmigración italiana en Honduras aportó diversos apellidos a este país, así como una notable influencia en la cultura, arquitectura y artes.
Según la Historia el navegante Cristóbal Colón (originario de Génova, Italia) fue el descubridor de Honduras en 1502 y del Nuevo Mundo para la Monarquía Española, en sentido contrario al aventurero y comerciante —también italiano— Marco Polo.
Desde el siglo XVI muchos nacionales italianos se hicieron a la mar como marineros, seguidamente comerciantes y después colonos de las tierras americanas.
Entre los nombres de empresarios italianos afincados en Honduras en este siglo, se encuentran: José y Miguel Tavarone, Hipólito Agasse, Juan B. Gattorno y su hijo Francisco (Francesco) Gattorno, Demetrio Bennedetto, entre otros.
Después de su participación en Italia durante la Primera Guerra Mundial, vuelve a Tegucigalpa para ser nombrado, en 1926, Cónsul italiano para Honduras.
El Nuncio Apostólico Federico Lunardi Montauti[Nota 8] mientras ejerció y residió en el país, realizó extensas investigaciones tanto en demografía, cultura, etnografía, religión, álbumes fotográficos, etc.
El gobierno hondureño volvió a estrechar lazos de amistad con la república Italiana, tras terminada la segunda gran guerra, con los mismos gestos diplomáticos que en la actualidad se hacen patentes con la mutua colaboración entre los gobiernos.
Arnodo, Aronne, Bellino, Benedetto, Bertetty, Bonanno, Brizzio, Bruni, Bussi, Caraccioli, Corleto, Culotta, D'Agostino, D'Antoni, Dárnado, Dipan, Fanconni, Ferrari, Ferrera, Ferrer, Gattorno, Giacoletti, Gicobbini, Laitano, Lazzaroni, Ligero, Mancia, Marini, Micheletti, Molinari, Montessi, Morazzani (Morazán), Morlachi, Murra, Palazzese, Pandolffi, Penzotti, Pepitone, Piedi, Pizatti, Rangazo, Rapallo, Rastelli, Rietti, Roagna, Romano, Sansotta, Tavarone, Veroi, Zaccaro, Zornitta,