Forman un conjunto de inmuebles representativo del estilo barroco andino[1] y son reconocidas por ejemplificar el proceso de sincretismo entre los conquistadores europeos y los pueblos originarios del altiplano chileno.
Fueron construidas durante el proceso de conquista del actual territorio chileno por parte de los españoles, entre los siglos XVII y XVIII, con la introducción de la fe y cultura católica en la cultura andina.
En esa época, las órdenes religiosas que acompañaron a los colonizadores promovieron en los habitantes originarios de la zona, principalmente los pueblos aimara y coya, la construcción de templos religiosos con los que conmemorar la nueva religión.
[2] El resultado fue una arquitectura representativa, que se ha denominado como barroco andino, y que encarna el encuentro entre una estética e imaginario sacro proveniente de Europa, con sus ideas renacentistas y luego barrocas, y los materiales, técnicas de construcción y estilo de vida de las comunidades y pueblos indígenas del altiplano.
[2] Las iglesias del altiplano andino son actualmente reconocidas como un patrimonio material y cultural único, que representan una tradición ancestral al mismo tiempo que son la muestra del proceso de sincretismo propio de la conquista europea del continente americano.