La historia del capitalismo ha sido objeto de grandes debates sociológicos, económicos e históricos desde el siglo XV.
Según Adam Smith, los seres humanos siempre han tenido una fuerte tendencia a «realizar trueques, cambios e intercambios de unas cosas por otras».
La importancia de la producción no se hizo patente hasta la Revolución industrial que tuvo lugar en el siglo XIX.
Así como lo muestra Braudel, encontramos en la Edad Media las primeras manifestaciones del capitalismo comercial en Italia y en los Países Bajos.
Estos capitalistas se enriquecen extendiendo su influencia económica sobre el conjunto de Occidente cristiano, creando así lo que Braudel llama una "economía-mundo".
Podemos observar que desde la Antigüedad, sistemas idénticos habían sido puestos en práctica por los fenicios, griegos, los Cartagineses y los romanos.
Son los mismos triunfos que permitirán luego a la plaza de Amberes (creada en 1460) desarrollarse al principio del Renacimiento.
Observamos por otra parte que formas esporádicas de capitalismo financiero habían sido desarrolladas desde hace mucho tiempo por los lombardos y los judíos, no sometidos a las coacciones religiosas del catolicismo.
Historiadores invalidan esta concomitancia de ambos fenómenos (Braudel por ejemplo, que fecha el capitalismo en un período anterior a la Reforma).
Respecto a la imprenta, Max Weber hace ver que ya existía desde hace mucho tiempo en China y seguramente en la India, pero como numerosas técnicas, heredadas a veces de la Antigüedad (la fuerza del vapor fue conocida por ejemplo en el Antiguo Egipto), debió esperar para poder insertarse en un conjunto de técnicas coherentes y complementarias para poder imponerse.
No obstante, primero porque contribuye eliminando los valores religiosos, luego porque puede encontrar interés en el desarrollo de los asuntos particulares, prepara las evoluciones futuras.
No obstante, la emergencia del capitalismo es asociada más a menudo con las primicias de la revolución industrial, y en particular al siglo XVIII.
La Homestead Act, ofrece un jardín para que cultiven los europeos desprovistos, estimulando los flujos migratorios hacia los Estados Unidos.
Las fábricas se desarrollan, los campesinos son llevados desde sus campos para reunirlos en las ciudades y vender su fuerza de trabajo en la industria.
El éxodo rural, combinado en la explosión demográfica, despobló los campos y los obreros llegaron para amontonarse en los suburbios de las grandes ciudades industriales.
Las corporaciones imponían reglas, más basadas en la costumbre que en las leyes del mercado, concerniendo tanto las relaciones entre dueños, compañeros y aprendices, como las condiciones de trabajo o los salarios.
Más tarde, las máquinas pudieron reducir también las penurias y la duración del trabajo cuando su concepción tomaba en consideración esta aproximación.
[4] Según ella, la democracia sería impedida por el funcionamiento del capitalismo, que coloca una sola clase social en la dirección de la sociedad.
Hasta antes de la Revolución rusa, es en los Estados Unidos dónde se manifiestan las primeras oposiciones entre el poder político y las grandes empresas capitalistas.
Desde su origen se ha marcado por una alta carga social (desde Otto von Bismarck), una intervención fuerte del Estado en las actividades económicas, y una concentración importante de las empresas, formando así los konzern.
Para Michell Albert, las realizaciones económicas norteamericanas desde la llegada al poder de Ronald Reagan en 1981 se tienen que relativizar.
Las grandes empresas no están consideradas como bienes mercantes sino como una comunidad "industrial-financiera" donde los bancos toman una responsabilidad de largo plazo.
Numerosos liberales hicieron ver que el imperialismo también se había revelado como una tendencia recurrente de la Unión Soviética.
Para Karl Marx, "la riqueza colonial tiene sólo un fundamento natural: la esclavitud",[12] pero Paul Bairoch subraya que occidente no fue el único colonizador.
Podemos por ejemplo apreciar que las empresas "francesas" cotizadas en la CAC 40 son en término medio poseídas por más del 40 % por inversionistas extranjeros.
En efecto la idea (software, gestión, patente, etc.), producida una vez, se multiplica a coste casi nulo una infinidad de veces, lo que significa para su diseñador una renta proporcional al tamaño del mercado.
Por otro lado todo lo que se remite a la gestión del agua y otros dispositivos acuáticos es su ámbito predilecto.
En 1474 el procedimiento es bastante rodado para que las autoridades decidan, por un voto del Senado (116 sí contra 10 no y 3 abstenciones), integrar la experiencia adquirida redactando una ley.
Más específicamente, se trata en realidad de poder monetizar lo que hasta allí tenía solo un valor vago.
De esta forma, aunque la noción de propiedad intelectual no estuvo bien establecida, un producto físico (entonces la propiedad no era ambigua) venía a materializar aquello y los falsificadores potenciales vacilaban en invertir el capital en una empresa que sabían condenable (y condenada) al mediano plazo.