Sumadas a los extensos fondos de otros múltiples artistas, así como a valiosos ejemplos de escultura, dibujo y artes decorativas, resultan imprescindibles no sólo artísticamente, sino también históricamente.
Pero ya en épocas anteriores se había impuesto la convicción de que la Colección Real entrañaba singular importancia en el contexto europeo.
Sin embargo, al año siguiente, Bárbara de Braganza, reina consorte y principal impulsora del museo, falleció, y el rey se sumió en una depresión que le llevó a la muerte en 1759.
Fernando VII aportó dinero de su bolsa personal para techar y acondicionar unas pocas salas.
[2] Isabel de Braganza murió en 1818, por complicaciones en su segundo parto, y no llegó a ver concluida su obra.
Por este motivo, se recibieron muchos envíos desde los palacios y monasterios reales, pero también hubo algunas obras que posteriormente fueron expedidas a nuevas ubicaciones.
Ante la duda de si todos los bienes incluidos en los inventarios podían considerarse de la herencia libre del rey, se nombró una comisión, que en 1844 emitió un informe en el que, si bien reconoció que las disposiciones testamentarias a lo largo de la historia de los monarcas españoles eran demasiado imprecisas y variables como para permitir fijar una tradición, manifestó su oposición en cualquier caso a una división, por ser bienes que en su mayoría pertenecían a la Corona española desde épocas muy remotas.
Por ello, propuso como solución: Informe que fue aprobado por la reina, de conformidad con su madre y su hermana.
Muchas de las pinturas en El Escorial fueron trasladadas al Prado, y también el Tesoro del Delfín.
Pero solo cien obras fueron seleccionadas para ingresar al Prado, mientras que el resto se dispersó por toda la península ibérica.
La alarma de Cavia estaba justificada: personal del museo vivía y cocinaba en el edificio, para lo que se almacenaba leña, con el consecuente riesgo.
Durante la guerra civil española, se intentó preservar la colección de pinturas de los bombardeos, por lo que se trasladaron primero a Valencia y más tarde a Ginebra, Suiza.
[10] En 2007 y tras cinco años de obras se inauguró la mayor ampliación en la historia del Museo, en diseño proyectado por el arquitecto Rafael Moneo.