Socialmente apareció la desocupación masiva y la criminalidad se elevó bruscamente, convirtiéndose ambos en problemas centrales de la agenda política.
[3] En 1991 la Argentina entró en guerra contra Irak sin autorización del Congreso Nacional, dentro de la coalición liderada por Estados Unidos.
Tomó medidas para reducir el déficit público -entre ellas la reducción de las jubilaciones- y flexibilizar los derechos laborales, siguiendo las indicaciones del FMI.
Sin embargo, dicha legislación nunca pudo aplicarse con continuidad debido a que grupos civiles y militares conspiraron para interrumpir los procesos democráticos mediante golpes de Estado, gobiernos fraudulentos o elecciones con proscripción de los partidos políticos populares.
La derrota en la guerra llevó al colapso del régimen que debió llamar a elecciones libres y entregar el poder sin condicionamientos.
El resultado fue una sorpresa para la mayoría de los observadores, ya que el radicalismo nunca le había podido ganar una elección al peronismo.
Las restantes tres provincias fueron gobernadas por fuerzas provinciales: el Pacto Autonomista - Liberal en Corrientes, el bloquismo en San Juan y el Movimiento Popular Neuquino en Neuquén.
Ni bien asumió como presidente, Alfonsín emprendió dos grandes políticas: Alfonsín también le aceptó la renuncia a todos los miembros de la Corte Suprema de Justicia y designó con acuerdo del Senado a los cinco reemplazantes: Genaro Carrió, José Severo Caballero, Augusto César Belluscio, Carlos Fayt y Enrique Petracchi.
[20] La Conadep estuvo integrada por trece miembros: tres diputados y diez personalidades prestigiosas como el escritor Ernesto Sabato –que la presidió–, la periodista Magdalena Ruiz Guiñazú, la activista de derechos humanos Graciela Fernández Meijide, el obispo Jaime de Nevares y el médico René Favaloro, que renunció.[n.
Fueron absueltos los demás militares juzgados (Omar Domingo Rubens Graffigna, Basilio Lami Dozo, Leopoldo Fortunato Galtieri y Jorge Isaac Anaya).
[29] Entre los liberados se encontraban represores que simbolizaban la violación de derechos humanos en todo el mundo, como Alfredo Astiz.
Alfonsín intentó en un primer momento crear un «club de deudores» para negociar en bloque con los acreedores y el Fondo Monetario Internacional.
Siguiendo esa política Alfonsín aumentó los salarios un 35 % mediante decretos, pero la respuesta fue una inflación galopante que llegó a 688 % ese primer año.
[49] El Plan Austral, que creaba una nueva moneda de ese nombre, tuvo como objetivo prioritario controlar la inflación.
En Mendoza resultó elegido gobernador José Octavio Bordón, que luego se separaría del Partido Justicialista para ser candidato a presidente por el FREPASO en las elecciones de 1995.
Inesperadamente, la elección interna fue ganada por Menem con una propuesta clásica del peronismo, sintetizada en el eslogan «¡Salariazo y Revolución Productiva!».
[70][71][72][73] Es habitual en el relato periodístico referirse a «la hiperinflación», en singular, ubicándola en los últimos meses del gobierno de Alfonsín.
Las privatizaciones en Argentina se caracterizaron por su celeridad y su amplitud, sin parangón con otros países europeos o americanos, salvo los del bloque comunista.
Basualdo y Asipazu explican que la convertibilidad y las privatizaciones beneficiaron tanto a los acreedores externos (bancos) como a la «patria contratista», encontrando así una fórmula para terminar con la puja distributiva entre esos dos grandes sectores del poder económico concentrado que había llevado al desquicio de la economía en los seis años anteriores.
[98] El Mercosur sería la única región el continente americano en la que sus miembros no firmaron tratados bilaterales de libre comercio.
[105][106] El movimiento obrero realizaría nueve huelgas generales contra Menem, cuatro antes de iniciar su segundo mandato y cinco después.
La novedad política fue que la Unión Cívica Radical no salió segunda, sino tercera con 17 % de los votos.
El peronismo ganó las gobernaciones de quince de las veintidós provincias en que se realizaron elecciones ese año: Buenos Aires, Entre Ríos, Formosa, Jujuy, La Pampa, La Rioja, Mendoza, Misiones, Salta, San Juan, San Luis, Santa Cruz, Santa Fe, Santiago del Estero y Tierra del Fuego.
Durante su segundo mandato el movimiento obrero realizaría cinco huelgas generales contra Menem, tres de ellas en 1996, una en 1997 y la última en 1999.
Duhalde lideraba el Grupo Calafate, un grupo peronista disidente del menemismo formado el año anterior, que coordinaba Alberto Fernández y del que también formaban parte Néstor Kirchner (definido por Clarín como «el más duro de los antimenemistas»),[138] Cristina Fernández de Kirchner, Carlos Tomada, Aníbal Fernández, Carlos Kunkel, Esteban Righi y Julio Bárbaro, entre otras personas que se destacarían en la vida política de los años siguientes.
El peronismo ganó las gobernaciones de trece de las veintidós provincias en que se realizaron elecciones ese año y el anterior: Buenos Aires, Formosa, Jujuy, La Pampa, La Rioja, Misiones, Salta, San Luis, Santa Cruz, Santa Fe, Santiago del Estero, Tierra del Fuego y Tucumán.
El radicalismo accedería a la gobernación en ocho provincias: Catamarca (con un frente), Chaco, Chubut, Córdoba (el año anterior), Entre Ríos, Mendoza, Río Negro y San Juan.
[140] Estaba integrada por la Unión Cívica Radical (UCR) -donde se diferenciaba el sector alfonsinista del sector más conservador liderado por el Presidente De la Rúa- y el Frepaso, una confederación formada por los partidos Frente Grande, PAIS, Socialista Popular, Socialista Democrático, Intransigente y Demócrata Cristiano.
[149] Poco después, el 25 de junio el periodista Joaquín Morales Solá dio entidad a las denuncias en su influyente columna política del diario La Nación: Los hechos se sucedieron vertiginosamente.
A las 19:45 el presidente De la Rúa firmó su renuncia y minutos después abandonó en helicóptero la Casa Rosada mientras en los alrededores se producía una batalla campal.