Gregorio Klimovsky

Creció a dos cuadras del Obelisco en el seno de una familia culta.

Sus padres llegaron desde Ucrania (en aquel entonces perteneciente al imperio ruso) antes de la Primera Guerra Mundial.

Su madre, Lluba Wischñevsky era maestra y llegó a ser directora de escuela.

[3]​ En 1966, luego de la Noche de los Bastones Largos renunció por primera vez a la Universidad, lo cual le llevó a buscar refugio en clases particulares y en actividades diversas.

[6]​ Dotado de gran carisma e inteligencia, fue un profesor muy querido por los estudiantes que asistían a sus clases.

Solía matizar la aridez propia de temas abstractos con bromas inesperadas e ingeniosas que, proferidas en su tono catedrático, causaban mucha gracia a los alumnos y los mantenían atentos.

[8]​ Su asombrosa diversidad de intereses, entre ellos la música, lo llevaron a reunir una biblioteca que contenía 8000 volúmenes.

Parte de la misma se la había regalado al Instituto Científico Judío que funcionaba en la sede de la AMIA y con el atentado se destruyó.

[9]​ Su postura ante las disciplinas que no tienen un gran rigor metodológico era de cierta tolerancia, si se la compara con otras -la del filósofo de la ciencia Mario Bunge, por ejemplo.

Perteneció al Consejo Editorial de la revista Judaísmo laico.

[15]​ Es curioso que hasta 1994, cuando apareció "Las Desventuras del Pensamiento Científico" -que agota edición tras edición- nunca había publicado un libro, aunque sí son muy numerosas sus participaciones en obras colectivas y sus artículos.

Inauguración de la Plaza Klimovsky en la Facultad de Ciencias Exactas, UBA
Gregorio Klimovsky recibe el Premio Konex en 1996