Guerra espacial es un hipotético combate en el que al menos uno de los beligerantes se sitúa en el espacio exterior.
Los primeros esfuerzos para llevar a cabo una guerra espacial se dirigieron a la guerra espacio-espacio, ya que los sistemas tierra-espacio se consideraban demasiado lentos y demasiado afectados por la atmósfera y la gravedad de la Tierra para ser efectivos en ese momento.
UU. produjo una película llamada Espacio y Seguridad Nacional (Space and National Security) que describía la guerra espacial.
Esto puede haber sido una confusión basada en los requisitos 3A y 3B para el diseño del transbordador, los cuales requerían que la nave pudiera desplegar o recuperar un objeto de una órbita polar en una sola pasada.
No consta públicamente que ninguno de estos sistemas esté activo en la actualidad; sin embargo, si que se usa comúnmente una versión civil y menos poderosa del sistema láser tierra-espacio en la técnica astronómica de óptica adaptativa.
UU. desarrollaron un misil interceptor, el SM-3, y lo probaron golpeando en pruebas balísticas objetivos en el espacio.
UU. usó un misil SM-3 para destruir un satélite espía, el USA 193, mientras se encontraba a 247 kilómetros (133 millas náuticas) sobre el Océano Pacífico.
Esto significaba que se podían poner láseres en el espacio para interceptar un misil balístico.
Las armas como el láser espacial fueron rechazadas, no solo por el gobierno, sino también por universidades, pensadores morales y personas religiosas porque habrían aumentado la carrera armamentista y cuestionado el papel de Estados Unidos en la Guerra Fría.
En consecuencia, la mayoría de las propuestas espaciales que tradicionalmente se considerarían «armas» (un satélite de comunicaciones o de reconocimiento puede ser útil en la guerra, pero generalmente no se clasifica como un arma) están diseñadas para bloquear, sabotear o destruir por completo los satélites enemigos, y a la inversa, para proteger a los satélites amigos contra tales ataques.
UU., y presumiblemente otros países también, están investigando grupos de satélites pequeños y altamente móviles llamados «microsats» (del tamaño aproximado de un refrigerador) y «picosats» (aproximadamente 1 pie cúbico de volumen (≈27 litros)) lo suficientemente agiles como para maniobrar e interactuar con otros objetos en órbita para repararlos, sabotearlos, secuestrarlos o simplemente chocar contra ellos.
Otro uso teorizado implica el despliegue de armamento convencional en órbita para luego utilizarlo contra objetivos terrestres.
Las armas terrestres tradicionales generalmente no son útiles en entornos orbitales, y pocas, si es que alguna, sobrevivirían a la reentrada atmosférica.
Sin embargo, en la década de 1950 los Estados Unidos ya exploraban las posibilidades del bombardeo cinético, esto es, orbitar proyectiles no explosivos para lanzarlos luego desde la órbita terrestre baja contra objetivos terrestres duros.
Las armas cinéticas siempre han estado muy extendidas en la guerra convencional (balas, flechas, espadas, garrotes, etc.), pero la energía que tendría un proyectil al caer desde la órbita haría que tal arma rivalice con prácticamente todos los artefactos explosivos.
Un impacto directo, presumiblemente, podría destruir todos los objetivos sin necesidad de armas nucleares, excepto quizás aquellos realmente resistentes.
Dicho esto, las armas de energía dirigida son más prácticas y efectivas en el vacío (es decir, el espacio) que en la atmósfera terrestre, ya que en la atmósfera las partículas de aire interfieren con la energía dirigida y la dispersan.
UU., para protegerse contra los ataques, la vigilancia espacial es mucho más importante que el endurecimiento o blindaje adicional de los satélites.