Gregorio de Castañeda

[5]​ El 24 de octubre del citado año, llegó a El Callao una fragata con algunos soldados de Chile que venían a quejarse de Valdivia personalmente ante La Gasca y para que no le dieran el título de gobernador, y como parecía inclinado a permitir la partida de Valdivia a Chile, los enemigos decididos a impedirlo, redactaron un pliego que contenía 57 acusaciones, y se lo hicieron llegar, las cuales se podrían agrupar de la siguiente manera: desobediencia a la autoridad de los delegados del rey, tiranía, crueldad con sus subalternos, codicia insaciable, irreligiosidad y costumbres relajadas con escándalo público.

El 5 de noviembre de 1548, Castañeda declaró como testigo en el juicio, y entre otras respuestas, expresó que Valdivia debió proceder al ajusticiamiento porque querían asesinarlo y estaban tramando un motín.

[7]​ El 2 de noviembre del mismo año, Valdivia elaboró un largo escrito con su defensa y finalmente el presidente pudo establecer en lo relativo a su principal preocupación, que la real provisión del adelantado Pedro Sancho de la Hoz estaba facultado solamente para conquistar y gobernar los territorios al sur del estrecho de Magallanes, ya que para entonces se creía que un gran continente continuaba hacia el sur al que llamaban Terra Australis.

Castañeda comenzó su gobierno capturando por sorpresa a su predecesor Juan Pérez de Zurita, quien pretendió desconocer su autoridad.

Este teniente de gobernador soñaba con descubrir y explotar yacimientos de oro y plata en Famatina, hacerse una fortuna, quedar bien ante el virrey del Perú, y finalmente abrirse puertas para cargos de mayor importancia.

Contrariamente, Castañeda cometió muchos desaciertos; tenía un carácter arbitrario y se enemistó con los viejos conquistadores, a quienes quitó las encomiendas de indígenas que les había otorgado Pérez de Zurita.

Tuvo procedimientos inhumanos, pues pretendió imponerse con el terror.

Al llegar las noticias de Cañete, en enero de 1562, partieron desde Santiago del Estero cuarenta soldados bien pertrechados con ciento veinte caballos, para poder -mediante una marcha forzada- llegar a defender esa ciudad.

Durante cuatro días y sus respectivas noches, los naturales atacaban en grupos de guerreros descansados, mientras que los españoles eran siempre los mismos, quienes cada vez estaban más heridos y con escasas municiones.

Fue una lucha brutal, hasta que la cuarta noche los españoles, aprovechando un vano abierto en la muralla, escaparon a caballo llevando a sus mujeres y niños.

[12]​ La caída de esta ciudad produjo un desbande en las poblaciones españolas situadas en ese valle.