La guerra también fue de importancia por ser la primera instancia en la que Rusia se unió a una alianza con Europa occidental.
Los franceses no se unieron a la Liga Santa, ya que Francia había acordado revivir una alianza franco-otomana informal en 1673, a cambio de que Luis XIV fuera reconocido como protector de los católicos en los dominios otomanos.
Sin embargo, a medida que la Santa Liga avanzaba contra el Imperio otomano, capturando Belgrado en 1688, los franceses comenzaron a preocuparse de que sus rivales Habsburgo se volvieran demasiado poderosos y terminaran volviéndose contra Francia.
Como resultado, el avance de la Liga Santa se estancó, lo que permitió a los otomanos recuperar Belgrado en 1690.
En 1695, por ejemplo, los estados del Sacro Imperio Romano Germánico tenían 280 000 tropas en el campo, además de otras 156 000 que Inglaterra, la República neerlandesa y España contribuyeron específicamente al conflicto contra Francia.
Mustafá I es depuesto por Osmán II, joven enérgico que es consciente de que el Estado necesita reformas urgentes, pero cuando quiere reorganizar a los jenízaros provoca una rebelión, es hecho prisionero y estrangulado en mayo de 1622.
Sin embargo, la ascensión en 1665 a Gran Visir de Mehmed Köprülü hizo recobrar al Imperio otomano su vigor, y terminó con las revueltas de cipayos y jenízaros, doblegando a los gobernadores provinciales levantiscos.
La ciudad se defendió desesperadamente pero la superioridad otomana era enorme y las victorias logradas por Sobieski contra los tártaros no ayudaron a aflojar el asedio.
Su primer objetivo fue Chiguirín, hacia donde se dirigió Ibraham Bajá en 1678 con un gran ejército pero fue vencido por fuerzas ruso-cosacas en la batalla de Chiguirín, contando su ejército con 20 000 bajas y teniendo que levantar el asedio.
[20] Unas incursiones de tropas imperiales por territorio de la Hungría Otomana dieron el pretexto a Kara Mustafá para proponer al sultán una expedición militar contra el Sacro imperio Romano Germánico.
Las fuerzas del Sacro Imperio Romano Germánico se habían retirado a la orilla norte del río Danubio, dirigidas por Carlos V de Lorena, y la guarnición que había quedado en Viena estaba a las órdenes de Ernst Rüdiger von Starhemberg.
[21] Leopoldo I de Habsburgo no tenía tropas para enfrentarse a los turcos pero gracias a la mediación del Papa Inocencio XI, casi todos los Estados del Imperio y de la Europa Central se unieron al Emperador.
También lo hizo Polonia y hubo países europeos que no pudieron mandar tropas pero enviaron dinero.
Tras la derrota, Kara Mustafá se replegó a Belgrado, donde los enviados del sultán le estrangularon.
Los aliados esperaban que el Imperio Otomano, al ser atacado por varios puntos, no se encontrase en condiciones de defenderse.
En 1684 Carlos V de Lorena ataca Buda pero tanto la potente artillería defensiva que poseen los turcos como las enfermedades y escasez de suministros dificultan el asedio y al final debe ser abandonado.
[25] Juan III Sobieski no se atrevió a asediar Kamianets-Podilskyi, pero conquistó la fortaleza de Jaslowieck.
En las ofensivas que siguieron a continuación los austriacos se apoderaron de Pest, Debrecen y casi toda Hungría.
Como consecuencia de las derrotas otomanas, una revuelta palatina despojó del trono a Mehmed IV.
Pedro I de Rusia aprovecha este fracaso para desacreditar a su hermanastra Sofía Alekséyevna Románova y encarcelarla en un convento.
En 1690, tras una revuelta en Transilvania, la mayoría de las tropas austriacas tuvieron que replegarse para enfrentarse a Francia.
En julio de 1690 una contraofensiva dirigida por Fazil Mustafá recuperó Nish, Smederevo y Belgrado.
[29] En 1696 Pedro I de Rusia consigue hacerse con Azov tras regresar con un ejército mayor que el del año anterior y contar con apoyo naval.
En 1697 Eugenio atacó a Mustafá II logrando la victoria en la batalla de Zenta, en la que los otomanos perdieron 30 000 hombres.
Desde la firma del tratado de Karlowitz, el retroceso otomano no se detuvo.