En 1683, los otomanos iniciaron la Gran Guerra Turca con una ofensiva contra la capital de Austria, Viena.
El margrave tenía la intención de enfrentarse en batalla al ejército otomano y derrotarlo.
Cuando las fuerzas imperiales se acercaron a Zemun el 12 de agosto, descubrieron al ejército otomano, muy superior en número (aproximadamente 90.000 hombres; 200 cañones) en una posición fuertemente atrincherada.
Durante dos días, el ejército imperial acampó en formación de batalla frente a Zemun, esperando un ataque otomano, que, sin embargo, no se produjo.
En cambio, su propio ejército fue diezmado a causa del calor extremo y la falta de suministros.
En este punto, la fuerza de los dos ejércitos había disminuido en gran medida debido a las enfermedades, las deserciones y las muertes por calor.
El margrave Ludwig von Baden se vio entonces obligado a atacar pronto la posición otomana para liberar al ejército imperial del envolvimiento.
Al parecer, Köprülü Mustafa era consciente de que las fuerzas imperiales se verían obligadas en esta situación a correr contra su posición fortificada y quería por ello no precipitarse.
Detrás de ellos, casi toda la artillería del ejército estaba montada en una colina para poder bombardear el campamento otomano y sus fortificaciones.
Las bajas, especialmente entre el cuerpo de oficiales, eran ahora tan graves que ya no era utilizable toda la derecha imperial.
Köprülü Mustafa dirigió entonces el ataque de toda su caballería hacia esta brecha abierta.
Los sipahi atravesaron así las primeras líneas de las tropas imperiales, hicieron retroceder a su caballería y también irrumpieron en el segundo encuentro.
El general von Barfus hizo aparecer varios batallones y con ellos atacó los flancos de la caballería otomana.
Los jinetes quedaron entonces atrapados en un intenso fuego cruzado, sufrieron grandes pérdidas y finalmente huyeron.
Hasta que cayó la noche, las fuerzas imperiales destruyeron entonces a todos sus enemigos en la zona del campamento otomano.
Entre los caídos se encontraban el comandante y 15 líderes de los jenízaros, así como 18 bajás.
El resto del ejército estaba disperso o huía y tuvo que ser por ello reunido nuevamente en las semanas siguientes.
El rey español Carlos II concedió al margrave la Orden del Toisón de Oro.