Goya en Burdeos (1824-1828)

En este viaje retrató a su nieto Mariano[4]​ en la Quinta del Sordo, donde se alojó.

[7]​ Pero sin duda destaca La lechera de Burdeos, lienzo que ha sido visto como un directo precursor del impresionismo.

El motivo, una joven, parece revelar la añoranza de Goya por la vida juvenil y plena.

Hace pensar este canto del cisne en un compatriota posterior, Antonio Machado que, también exiliándose de otra represión, guardaba en su bolsillo los últimos versos que escribió: «Estos días azules y este sol de la infancia».

La capacidad de innovar las texturas y las técnicas del ya anciano Goya no se había agotado.

Goya aprovechaba aquellos trazos y hacía surgir siempre de ellos algo original e inesperado».

La lechera de Burdeos , 1827 (Museo del Prado)