Gisulfo pronto provocó la ira del Conde Ricardo I de Aversa y, solo aliándose con los amalfitanos, a los que despreciaba, pudo conservar su trono.
En sus últimos años, dedicó su flota a ejercer la piratería, especialmente contra Amalfi y Pisa.
Habiendo perdido el apoyo del Papa, se encontraba más aislado que nunca cuando, en el verano de 1076, su ciudad fue sitiada por Ricardo de Capua y Roberto Guiscardo.
Partió después a Roma para pedir la ayuda del papa, y ahí se pierde su pista.
No tuvo hijos con su esposa Gemma, a la que aparentemente, había repudiado.