Francisco Velázquez de Gijón

[2]​ El trabajo de los indígenas fue tema central en las relaciones que se dieron durante todo el siglo XVI en Yucatán entre encomenderos, conquistadores originales y los religiosos franciscanos que llegaron para la evangelización de los mayas dominados a partir de la conquista.

Diego de Landa que regresó a Yucatán como obispo en 1572 y el gobernador sostuvieron una relación muy conflictiva por ese motivo, ya que Velázquez de Gijón mantuvo el criterio de los encomenderos de que debería usarse la mano de obra indígena en todo cuanto fuera necesario, a diferencia de lo que postulaban los religiosos encabezados por su obispo y a vHeces el Defensor de Indios, Francisco Palomino (este fue acusado más tarde de quedarse en su beneficio con los bienes que correspondían a los indígenas que debía proteger), en el sentido de que los naturales dominados no deberían ser usados como bestias de carga, ni como parte del servicio doméstico en las casas de los españoles, ni para servicio personal de ellos en las milpas, granjerías y otras labores, mucho menos cuando no existiera una remuneración justa pactada entre las partes y pagada oportunamente.

[2]​ El gobernador Velázquez de Gijón impulsó la industria del añil (a partir del palo de tinte[5]​), producto de la región que hizo crecer la economía y generó recursos a través de su exportación, razón por la cual se reguló y se promovió intensamente la actividad.

[2]​ Las constantes disputas entre el gobernador y los religiosos, cuyos ecos llegaron tanto a la Real Audiencia de México, informada directamente por Diego de Landa, y a España, hicieron que el rey designara un sucesor para Francisco Velázquez de Gijón antes de que concluyera su periodo, con el consiguiente disgusto de los encomenderos que veían muy bien representados y defendidos sus intereses por quien encabezaba el gobierno.

Así lo hicieron saber por diversos conductos a la corona, que prestó caso omiso a tales señalamientos.