Al mismo tiempo Guerrero alimenta su curiosidad de manera autodidacta, ejemplo de ello es Partita (1967) para órgano, obra compuesta con dieciséis años, que publica gracias a García en la revista Tesoro Sacro Musical y que constituye una interpretación personal de los principios seriales.
En 1968 conoció a Luis de Pablo, quien será determinante en sus primeros años como compositor.
Las piezas compuestas durante esos años participan de las principales corrientes artísticas de la época: indeterminación en la escritura, notación espacial, música textual, las citadas partituras gráficas, etc.
Una corriente cuya característica fundamental es la continuidad sonora y el tiempo musical ralentizado, que surge como reacción a la fragmentación del discurso serial.
Entre 1985 y 1988 el músico pasa por un período de inactividad creadora que desemboca en un nuevo modelo combinatorio.
Por entonces conoce a Miguel Ángel Guillén, ingeniero informático con quien desarrolla una serie de programas ajustados a sus necesidades compositivas cada vez más influidas por los modelos científicos.
Como último proyecto, Guerrero quiso orquestar la que para él es «la obra española más importante de los últimos cien años», la suite Iberia de Isaac Albéniz.
Sólo logró terminar seis de las doce piezas que forman la suite.
[9] Compuso también bandas sonoras para cine y televisión, colaborando en repetidas ocasiones con el director Jaime Chávarri.