[1] Sus contemporáneos del Siglo de Oro Español la nombran tan pronto célebre «histrionisa» como «santa anacoreta».
Relata el ameno Deleito que, siendo aún joven, y movida por desconocidos sentimientos religiosos que la asaltaron en plena actuación ("iluminada por la Divina Gracia"), la bella y popular cómica abandonó la farándula para hacer vida eremita en un cenobio dedicado a Juan el Bautista, que unos sitúan en la sierra de Algezares y otros próximo a la ciudad de Cartagena, ambos en la región murciana en el Levante español.
Fue enterrada en un nicho abierto en la roca que durante mucho tiempo se conoció como Cueva de la cómica.
[7] Enumera Pellicer en su referido Tratado histórico sobre el origen y progreso de la comedia y del histrionismo en España con las censuras teológicas, reales resoluciones y providencias del Consejo supremo sobre comedias (1804) los nombres de algunas destacadas comediantas muy populares haciendo papeles masculinos, encabezadas por «La Baltasara», a quien siguen otras como Bárbara Coronel, Jusepa Vaca, Micaela Fernández, Francisca Vallejo, Ana Muñoz, Juana de Villalba y María de Navas.
El problema dado por los diferentes nombres con los que se alude a la mujer de Miguel Ruiz han llevado a diferentes autores a replantear diferentes hipótesis, como por ejemplo la otorgada por Rennet, el cual defendió que Ana Ruiz, de quien tan solo tenemos una referencia, y Ana Martínez, eran la misma actriz, una vez referida con el apellido de su marido y otra con el suyo propio.
Su actuación siempre producía expectación y entusiasmo en el público, y su presencia en la escena era tan vital para los intereses de la compañía, que si se retiraba de ella «no quedaba quien desempeñase sus arcas», es decir, quien pagase las deudas del autor.
Francisca Baltasara recabó pronto el interés de sus contemporáneos, especialmente los dramaturgos del barroco.
Tres de ellos supieron ver la virtualidad dramática en la vida de aquella actriz, en quien la evasión del mundo se realizaba a través del teatro, y compusieron el drama titulado La Baltasara, comedia muy famosa en la época.
Así pues, cuando a los dramaturgos les convino comenzaron a desvelar el pasado de esta actriz, descubriendo así no sólo su identidad, sino que es hermana, primogénita además, de la aristócrata Inés, y que su padre había cometido una gran injusticia con ella, abandonándola cuando solo era niña, junto con su madre.
La vida de Baltasara cumplía todos los requisitos para que el público se sintiera atraído por ver su historia.
Vélez, Coello y Rojas escribieron su comedia siguiendo el esquema y los motivos que antes señalábamos como identificativos de la comedia hagiográfica: el protagonista experimenta un proceso por el cual va superándose tras salvar diversas pruebas, hasta ser glorificado como santo.
— Una apariencia final muestra a la protagonista muerta ante los demás personajes, que cantan su santidad.
Finalmente, en La Baltasara del siglo XVII, hay todavía, a un nivel social, un conflicto religiosos, y la protagonista se nos presenta, tras abandonar el teatro, como defensora no ya de la religión, sino del cristianismo.