[1] En el siglo XVII sólo dos ciudades españolas le hacían competencia a la corte madrileña, Sevilla que la superaba en actividad, y Valencia que le andaba a la par.[3] En 1584, se abrió otro corral más pequeño frente a la iglesia de Santo Tomás, conocido como Els Santets (Los Santitos).En el segundo piso se encontraban los «camariles» o palcos para las clases más pudientes.En total, la Olivera, según cita Henri Merimée, sumaba como localidades disponibles: el aposento del palco principal, con otros 16 aposentos más, 372 sillas de patio y 20 de cazuela.Además, según relata Diego de Vich en su Breve Discurso publicado en 1650, el Teatro de la Olivera tuvo función nocturna, anticipándose así a una costumbre que tardaría casi un siglo en imponerse.