Miguel Agustín Príncipe

Colaboró en importantes diarios y revistas, como el Semanario Pintoresco Español, La Ley, El Matritense, El Tío Camorra, Revista Científica y Literaria etcétera, hasta un total de unos cuarenta periódicos, utilizando a veces los seudónimos de Miraveque y Don Yo, escribiendo artículos costumbristas, críticas literarias o musicales, ensayos y novelas por entregas o de folletín.

Escribió escaso pero excelente teatro: la comedia Periquillo entre ellos (1844) y los dramas históricos El conde Don Julián (1839) y Mauregato, ó El feudo de las cien doncellas (1851), que ofrecen la particularidad de querer rehabilitar a estos dos personajes, entre otras piezas.

También se le deben los poemarios Poesías ligeras, festivas y satíricas, Poesías serias (ambas publicadas en 1840) y unas Fábulas en verso castellano (1861-1862), donde, aparte del interesante y erudito prólogo, revela su ingenio mordaz, como en la titulada «El lavatorio del cerdo», y un gran sentido común, como en la titulada «El cazolazo».

Por otra parte imitó los epigramas de Marcial y en sus «Letrillas báquicas» hizo el elogio del vino en lenguaje vulgar.

Intentó el género narrativo con La casa de Pero-Hernández (1848), relato que quedó inconcluso.

Calle Miguel Agustín Príncipe en Caspe
Calle Agustín Príncipe en Zaragoza
Placa conmemorativa del bicentenario de su nacimiento
Retrato del autor entre las personalidades asistentes a La coronación de Quintana (1859), obra de D. Luis López Piquer, expuesta en el Museo del Prado de Madrid.