Entre otros, el conde Raimundo de Tolosa fue flagelado al pie del altar por haber favorecido a los albigenses.
Durante la Edad Media y aun hasta el siglo XIX hubo muchas cofradías de disciplinantes que se flagelaban, bien a oscuras en los templos, bien públicamente en las procesiones.
La pena de flagelación o azotes subsistió en Inglaterra y en Dinamarca hasta el siglo XX.
[3] Fue un castigo ritual al mar que ordenó el rey aqueménida Jerjes I durante la segunda guerra médica.
En Gran Bretaña la flagelación erótica se convirtió en un fenómeno social, a partir del cual se generó abundante literatura e iconografía (Fanny Hill, de John Cleland; A Full and true account of the wonderful misión of Earl Lavender, de John Davidson, etc.).