Final feliz

El «final feliz» de aquellas historias en las que no hay peligro físico se define a menudo como el triunfo del amor verdadero a pesar de las dificultades que puedan obstaculizar su camino.

A menudo se combinan en una misma historia ambas facetas, resultando un «final feliz» con éxito en la aventura y consumación del amor.

Una crítica de The Times sobre El espía que surgió del frío de John le Carré censuró fuertemente al autor por no proporcionar un final feliz, dando razones inequívocas, según la opinión del crítico, compartida por gran parte de los lectores, sobre por qué era necesario un final así: «El héroe debe triunfar sobre sus enemigos, tan seguro como que Juanito debe matar al gigante en el cuento infantil.

En otras ocasiones el final de la historia original deja una «puerta abierta» a la previsible secuela.

Del mismo modo, se han llegado a escribir finales felices para Romeo y Julieta u Otelo.

Del mismo modo que los cuentos de hadas suelen comenzarse con «Érase una vez...», en ellos todo «final feliz» se resume perfectamente con la frase habitual para darlos por terminados: «y vivieron felices para siempre».

Un «final feliz» en cualquier historia romántica se define a menudo como el triunfo del amor verdadero. En la imagen: fotograma final de Detrás de la pantalla ( 1916 ), cortometraje protagonizado por Charles Chaplin y Edna Purviance .