Pero es en el siglo XV cuando la Filología se convirtió en disciplina autónoma, independiente de la actividad poética.
Es la gran época de la erudición ilustrada, inaugurada por Ludovico Antonio Muratori y continuada por Girolamo Tiraboschi.
Desde un ámbito más filosófico, Giambattista Vico defendió y auspició la unión, central en su pensamiento, de Filología y Filosofía, cuyo divorcio fue provocado por el intelectualismo de matriz cartesiana.
Sin embargo, el pensamiento viquiano no tuvo una influencia inmediata en los estudios filológicos de la época: habría que esperar a la segunda mitad del siglo XIX para que sus teorías obtuviesen un pleno desarrollo, sobre todo en los campos de la Estética y la Filosofía de la Historia.
Por otra parte, Graziadio Isaia Ascoli fue pionero en la Glotología y Dialectología italiana, disciplinas a las que contribuyeron también otros grandes filólogos de la segunda mitad del siglo XIX, como Adolfo Mussafia, Ugo Angelo Canello y Napoleone Caix.
El concepto de literatura tiraboschiano es el ilustrado: no se consideran solo las Bellas Letras, como hizo de forma inusual para su época Carlo Denina en su Discorso sopra le vicende della letteratura (1761; 2ª ed.
Su juicio negativo se basaba en la convicción de que los historiadores anteriores se habían limitado a compilar áridos anales sin preocuparse por analizar el desarrollo orgánico de las letras italianas.
Mientras Luigi Settembrini publicaba sus importantes Lezioni di letteratura italiana (3 vols., 1866-72), veían la luz, entre 1870-71, los dos volúmenes de la Storia della letteratura italiana del también napolitano Francesco de Sanctis, verdadero hito en la moderna historiografía literaria nacional.
Esta creación académica, muy importante y raramente tenida en cuenta, es lógico que se produjese en el país donde culminó la creación de la Comparatística moderna a finales del siglo XVIII gracias a las obras de Juan Andrés, Lorenzo Hervás y Antonio Eximeno.
; edición española Origen, progresos y estado actual de toda la literatura, trad.
),[6] existe además la posterior contribución en español de Antonio Alcalá Galiano, Historia de la literatura española, francesa, inglesa e italiana en el siglo XVIII (Madrid, 1844), que en principio fueron "Lecciones" impartidas en el Ateneo madrileño.
A partir del último tercio del siglo XIX, en el seno de la lingüística italiana se produjo una división, debido sobre todo a las influencias positivistas e idealistas, entre, respectivamente, neogramáticos y neolingüistas.
Devoto, con Gian Carlo Oli, es también autor de un importante Vocabolario della lingua italiana (editado por Le Monnier).
Entre 1989 y 2003 se publicaron los 10 volúmenes de la Storia della lingua italiana dirigida por Francesco Bruni.
Storia e testi (1951), de editorial Ricciardi, dirigida por Raffaele Mattioli, Pietro Pancrazi y Alfredo Schiaffini, seguía manteniendo un planteamiento fundamentalmente crociano, mientras que la Storia della Letteratura Italiana de editorial Garzanti (1965-1969), dirigida por Natalino Sapegno y Emilio Cecchi, se estructura según el tradicional modelo “por siglos”.
En 1934 el filólogo clásico Giorgio Pasquali publicó Storia della tradizione e critica del testo, donde propone una revisión de la filología lachmanniana atendiendo, entre otras cosas, a la posible existencia, en los textos antiguos, de “variantes” autógrafas del mismo autor.
Así se consolidó el peculiar desarrollo de la Filología en Italia como ecdótica o Crítica textual.
La Escuela Crociana cuenta entre sus miembros con varios críticos y filólogos pensadores muy destacados: Luigi Russo, Mario Fubini o Francesco Flora.
[9] Carlo Dionisotti, en los años 40, propuso un acercamiento de la Crítica del Texto a la erudición histórica y literaria, pero durante la segunda posguerra se acentuó la división interna de la Filología italiana en dos tendencias: una historicista, erudita, ligada a la gran tradición del humanismo italiano, y otra de aspiración tecnológica o cientificista y, en última instancia, estrictamente formalista.
El congreso boloñés Studi e problemi di critica testuale (1960) estableció un punto de inflexión en la historia de la Filología italiana del siglo XX reafirmando las dos posturas antes referidas.
Debido a la rápida difusión del estructuralismo, la postura de Devoto fue la que obtuvo mayor fortuna: en 1967 se publica La critica testuale come studio di strutture, de Contini, mientras que ya en 1966 se había fundado la revista Strumenti critici, órgano de la Crítica Textual formalista, en cuyas páginas publicarían Cesare Segre, d’Arco Silvio Avalle o el mismo Contini.
La divergencia entre una Filología de carácter estético-literario y otra estructural-formalista se reflejó también en el ámbito editorial.
Marcelino Menéndez Pelayo se ocupó de publicar obras italianas en la Biblioteca clásica del editor Hernando.
En 1889, Juan Luis Estelrich editó una conocida Antología de poetas líricos italianos traducidos en verso castellano (1200-1889).
Destacados italianistas españoles contemporáneos son, entre otros, Joaquín Arce o María de las Nieves Muñiz.
Estas son las obras más relevantes:[21] G. Frisoni, Diccionario moderno español-italiano e italiano-español, Milán, Ulrico Hoepli, 1927.
L. Tam y E. Liverani, Grande dizionario di spagnolo-italiano, italiano-spagnolo, Milán, Hopeli, 2004.
[23] En los demás centros, el estudio de la lengua y literatura italianas se ha convertido en “itinerario” de los varios grados en Lenguas y Literaturas Modernas.
También se han desarrollado nuevos cursos en el área de Traducción e Interpretación, la cual sin embargo, por lo común, opta por planteamientos no propiamente filológicos.
En 1974 se instituyó la Sociedad española de italianistas (SEI), asociación que reúne a docentes y especialistas.