Retoma la construcción del cuento y utiliza algunas de sus formulaciones, como el "érase una vez", para evitar la censura imperante en la época.
Voltaire es el máximo exponente de este género, siendo Cándido, Micromegas y Zadig sus obras más representativas.
La monarquía absoluta consolidada con Luis XIV, que trajo el apogeo del poder real y la vuelta al orden moral, censuró numerosas publicaciones literarias.
Como consecuencia, algunos publicaron en la clandestinidad, mientras que otros recurrieron a gobernantes extranjeros conocidos como "déspotas ilustrados".
[2] Añadía recursos cómicos, como la ironía, y a veces se acercaba al género de la farsa.
El humor negro también hace que muchas cosas despreciables e inmorales parezcan completamente banales.
El cuento filosófico debe su fama a Voltaire, cuyos ensayos se concretan mediante el uso de personajes y registros cómicos o satíricos.
Pero un texto argumentativo también incluye una tesis, es decir, una opinión o juicio que el orador defiende.
El cuento filosófico es necesariamente un texto de argumentación indirecta, es decir, la historia y las situaciones pueden seducir al lector, pero la lección que el texto imparte (implícita o explícitamente) debe instruir al lector aportándole un contenido moral.
Los ejemplos comunes incluyen al ya mencionado Voltaire, Fiódor Dostoyevski, Friedrich Nietzsche, Thomas Mann, Hermann Hesse, Albert Camus, Jean-Paul Sartre, Simone de Beauvoir y Ayn Rand.
Los autores que admiran a ciertos filósofos pueden incorporar sus ideas en los temas principales o narrativas centrales de sus obras.