Después de llegar a la madurez en 1329, tuvo largos enfrentamientos con los vasallos y vecinos.
Estos conflictos principalmente se suscitaron debido a la declaración de paz de Federico en 1338, que disminuyó drásticamente los derechos e influencia de los pequeños señores y los gobernantes locales, y que pretendía someter de los dos últimos grupos.
[1] En 1342, los nobles insatisfechos, cuyas preocupaciones fueron sus derechos y la independencia, se juntaron en Arnstadt (suroeste de Erfurt) contra Federico II, en lo que se conocería como la guerra del conde de Turingia.
Tras la muerte del emperador Luis IV, el partido bávaro intentó obligarle a que aceptara la corona alemana, sin embargo, desconfiaba de la inconstancia de sus votantes y rechazó esta extraña petición en favor de Carlos IV de Luxemburgo.
Federico II se limitó a consolidar su gobierno y defenderse contra el peligro que procedía de Carlos IV.