Experimento de Milgram

Milgram ideó estos experimentos para responder a la pregunta: ¿Podría ser que Eichmann y su millón de cómplices en el Holocausto solo estuvieran siguiendo órdenes?

Milgram resumiría el experimento en su artículo Los peligros de la obediencia en 1974 escribiendo: A través de un cartel colocado en una parada del autobús en Florida (Connecticut) se reclamaban voluntarios para participar en un ensayo relativo al «estudio de la memoria y el aprendizaje» en Yale, por lo que se les pagaba cuatro dólares (equivalente a 28 dólares actuales[cita requerida]) más dietas.

Se comienza dando tanto al «maestro» como al «alumno» una descarga real de 45 voltios con el fin de que el «maestro» compruebe el dolor del castigo y la sensación desagradable que recibirá su «alumno».

El «maestro» cree que está dando descargas al «alumno» cuando en realidad todo es una simulación.

El «alumno» ha sido previamente aleccionado por el investigador para que vaya simulando los efectos de las sucesivas descargas.

Cierto número continuaba asegurando que ellos no se hacían responsables de las posibles consecuencias.

Si el «maestro» expresaba al investigador su deseo de no continuar, este le indicaba imperativamente y según el grado: Si después de esta última frase el «maestro» se negaba a continuar, se paraba el experimento.

Ningún participante se negó rotundamente a aplicar más descargas antes de alcanzar los 300 voltios.

Milgram rodó una película documental que demostraba el experimento y sus resultados, titulada Obediencia, cuyas copias originales son difíciles de encontrar hoy en día.

Consideraron que el promedio de descarga se situaría en 130 voltios con una obediencia al investigador del 0 %.

El desconcierto fue grande cuando se comprobó que el 65 % de los sujetos que participaron como «maestros» en el experimento administraron el voltaje límite de 450 a sus «alumnos», aunque a muchos el hacerlo los colocase en una situación absolutamente incómoda.

El experimento planteó preguntas sobre la ética del método científico en sí mismo debido a la tensión emocional extrema sufrida por los participantes (aunque se podría decir que dicha tensión fue provocada por sus propias y libres acciones).

La mayoría de los científicos modernos considerarían el experimento hoy inmoral,[1]​ aunque dio lugar a valiosos estudios sobre la psicología humana.

Blass señala como estos experimentos han ejercido una valiosa influencia no solo en la psicología sino también en otros campos muy diversos.

Citando el prefacio del libro de Milgram, Obedience to Authority: En 1981 Tom Peters y Robert H. Waterman Jr.

[5]​ En su libro Obedience to Authority: An Experimental View, Milgram describe diecinueve variaciones de su experimento.

Generalmente, al aumentar la cercanía física de la víctima, disminuía la obediencia del participante.

La obediencia no varió significativamente, aunque las mujeres manifestaron haber experimentado mayores niveles de estrés.

En el experimento 18, los participantes realizaron una tarea de acompañamiento (leyeron las preguntas por un micrófono o registraron las respuestas del aprendiz) con otro maestro, quien completaba la prueba.

En la popular serie Basic Instincts, se repitió el experimento de Milgram en 2006, con los mismos resultados con los hombres.

El principal sospechoso de estas llamadas, David R. Stewart, fue encontrado no culpable en el único caso que ha ido a juicio hasta ahora[cita requerida].

En la película francesa I... Comme Icare, de 1979, dirigida por Henri Verneuil e interpretada por Yves Montand, Michel Albertini, Roland Amstutz, Jean-Pierre Bagot y Georges Bell, entre otros, se reproduce una sesión completa del experimento de Milgram.

En el año 2015, se estrenó la película Experimenter, dirigida por Michael Almereyda, en la que el actor Peter Sarsgaard interpreta a Stanley Milgram.

El investigador (E) persuade al participante (T) para que dé lo que éste cree son descargas eléctricas dolorosas a otro sujeto (L), el cual es un actor que simula recibirlas. Muchos participantes continuaron dando descargas a pesar de las súplicas del actor para que no lo hiciesen.