Erótica

La verdad es que, por su mayor neutralidad y aceptabilidad, erótico suele usarse abarcando todo el rango superior de la serie precedente, como se hará aquí.

Libros y pinturas eran caros productos de lujo, que se custodiaban celosamente.

La situación cambió por primera vez radicalmente con la invención de la imprenta en el siglo XV.

Aunque las obras impresas fuesen todavía muy caras y escasas, la posibilidad de hacer múltiples copias modificó por completo el panorama, por lo menos en lo que a las imágenes se refería.

Pintores, poetas, novelistas, impresores, libreros y compradores no tuvieron pues otro remedio que actuar "de tapadillo" cuando decidieron internarse por tales territorios peligrosos.

Théophile de Viau y Claude Le Petit fueron condenados a morir en la hoguera por haber escrito obras licenciosas en la Francia del siglo XVII.

No solo son casi todas anónimas o se publicaron con seudónimo, tanto en lo que se refiere al autor como, en el caso de los libros, al editor, sino que ni siquiera su lugar y su fecha de publicación son fiables, cuando los indican.

Todas estas posibilidades se han puesto siempre inmediatamente al servicio de los múltiples intereses humanos, entre ellos los eróticos, y todas ellas han provocado temor por las consecuencias que su implantación pudiera tener, llevado aparejados generalmente procesos serios y duraderos de intervención y censura por parte de las autoridades (por ejemplo en el caso del cine).

Lo que en otros tiempos se persiguió como escandaloso e intolerable resulta en la actualidad omnipresente, no solo en la literatura, sino en los periódicos, en las películas, en los programas de televisión y en la publicidad.

Thomas Rowlandson.
Escultura cerámica precolombina de una mujer masturbándose, Museo Fray Enrique Mideros, Ecuador