El Epinomis (griego: Ἐπινομίς) es un diálogo que pretende ser continuación de la discusión emprendida en las Leyes.
Calonge Ruiz y García Gual[1] proponen el siguiente orden: 1.
Estarían representados por: Apología, Ion, Critón, Protágoras, Laques, Lisis, Cármides y Eutifrón.
En esta fase revisa sus ideas anteriores e introduce temas sobre la naturaleza y la medicina.
Se incluyen: Teeteto, Parménides, Sofista, Político, Filebo, Timeo, Critias, Leyes y Epinomis.
El diálogo comúnmente es conocido como “Epinomis”, que viene de la partícula griega epí (ἐπι “sobre, luego”) y nomos (νόμος “ley”) y quiere decir “complemento o conclusión de las leyes”.
Hay un gran pasaje dedicado a eliminar esos conocimientos hasta llegar al conocimiento matemático que es derivado de la observación de los cuerpos celeste, los cuales tienen que ser divinos.
[5] Finalmente, la sabiduría es identificada con la piedad, que significa el completo dominio de los conocimientos matemáticos y astronómicos.
En el avance vemos que el lado religioso se hace cada vez más prominente y esto se debe entender como una misión de reforma religiosa por parte del autor.
Se explica la necesidad del alma de contemplar los cuerpos celestes y descubrir en ellos una inteligencia que los conduce.
Los demás puntos de la legislación, ya los hemos tratado, a nuestro parecer, suficientemente; pero esta cuestión, la más importante que puede dilucidarse y resolverse, quiero decir, qué ciencias pueden hacer sabio al hombre mortal, no la hemos dilucidado ni resuelto.
Clinias, primeramente, toma la palabra para exponer la cuestión original del diálogo.
[6] Clinias advierte que los otros puntos ya se han discutido, pero queda resolver la cuestión más importante, la cual es dilucidar que ciencias pueden hacer sabio al hombre mortal.
Para poder satisfactoriamente responder a la cuestión inicial es menester tocar diversos puntos que el hablante considera necesarios.
En primer lugar, se procede a recorrer todas las falsas ciencias y artes e ir inductivamente rechazándolas para finalmente lograr un resultado satisfactorio.
Se comienza hablando de las artes que son necesarias para la vida y en primer lugar habla de las artes relativas a las primeras necesidades del género humano, por las que, quién aspire a obtener el premio de la virtud, no debe dedicarse a ellas.
Menciona también la capacidad de aprender con facilidad, a la cual el hombre prudente nunca la consideraría como sabiduría.
Terminado el discurso de la necesidad del conocimiento de los números se pregunta el ateniense si por esto sería verdaderamente sabio y virtuoso, y para su debida respuesta nos conduce por un discurso que se remonta al principio.
El autor toma en primer lugar a la especie terrestre cuya composición está dominada por la tierra y son mortales, asimismo, nombra a los astros que participan principalmente del fuego.
A estos, dice el ateniense, les pertenece una existencia inmortal, incorruptible y completamente divina, no están desprovisto de razón, ya que hacen siempre las mismas cosas y de la misma manera, y debido a estos es por lo que se los considera en este diálogo, como movidos por la divinidad.
Con los otros elementos llegan a ser otras especies de animales tales como los demonios o semidioses.
Menciona el ateniense tres astros más tal como Cronos, Júpiter y Marte.
Hasta el siglo XX, estaba generalmente condenado, pero en los últimos tiempos ha conseguido adeptos que justifican su veracidad.
[11] En la antigüedad ya por Diógenes Laercio y fuentes utilizadas por Suda atribuyeron la obra a Filipo de Opunte.
En el caso de Epinomis, nosotros tenemos la evidencia externa en contra (lo cual sería sumamente escaso), no obstante, es más razonable inclinarse en que la evidencia del estilo esta en favor de la autenticidad y que correspondería al último Platón.
[16] Holger Thesleff sospecha, en esta misma línea, que las características no platónicas se deben a que, en el último tiempo de Platón, unos jóvenes socios le ayudaban en la escritura de los textos.
[17] W. K. C. Guthrie, en sentido opuesto, cree firmemente que Platón no fue quien escribió este diálogo y valora las opiniones de Leonardo Tarán como acertadas.
Academica: Plato, Philip of Opus, and the pseudo-Platonic Epinomis.