Fedón

Esto sucede cerca del año 387 a. C. Platón llega en estas obras no solo a forjar y expresar de manera cabal sus propias ideas, sino que también llega a la cumbre de su estilo y capacidad compositiva.

Fedón comienza explicando por qué Sócrates murió tanto tiempo después de su condena: la ciudad estaba festejando una ceremonia religiosa durante la cual se debían suspender las ejecuciones.

Se narra una escena donde Jantipa debe ser retirada por Critón, a pedido de Sócrates, puesto que se había puesto a gritar y darse golpes en el pecho, emocionada por la llegada de sus amigos.

Hasta ahora había interpretado que la filosofía era la más grande música, pero, por las dudas de que el dios le hubiera ordenado hacer el otro tipo de música, no le convenía partir sin haberse purificado practicándola.

Luego de la explicación destinada a Eveno, Sócrates añade inmediatamente una recomendación: "dile que me siga cuanto antes".

Esta respuesta, al ser aparentemente contradictoria, necesita una explicación, que solicita Cebes.

Cebes acepta este último argumento contra el suicidio, pero no le parece consistente con el primero sobre la actitud del filósofo frente a la muerte: el filósofo, justamente aquel del que se espera la mayor sensatez y conoce que está al servicio de los mejores amos, no debería alegrarse por huir de ellos.

El verdadero filósofo se aleja del testimonio de los sentidos, y razona mejor cuando los ignora.

El alma del filósofo desestima al cuerpo y busca quedarse sola en sí misma.

Cebes mismo apoya la tesis de la inmortalidad del alma trayendo otro argumento: si el aprendizaje es como se lo ha considerado en otras ocasiones, es en realidad un recordar.

Y esto sería imposible si el alma no tuviera una existencia anterior a la de nacer con forma corporal.

Como sea, sabemos que las semejanzas son imperfectas porque conocemos el original y lo recordamos.

Y así sucede con todas las Ideas, la de lo Bueno, la de lo Bello, etc. Es necesario, que si existen estas Ideas, el alma preexista y las haya conocido en esa existencia previa al nacimiento.

Sócrates no se limita a postular una existencia del alma posterior a la muerte, también señala que esta existencia es diferente para cada uno, y depende del modo en el que se ha vivido.

Luego de un silencio prolongado, Sócrates nota que Simmias y Cebes no están conformes con los argumentos precedentes.

Los libera del temor que les pudiera causar el argumentar en contra de tan delicado tema en su circunstancia presente -la inminencia de su muerte no es una desgracia para él- y los anima a expresar sus objeciones.

Sócrates repone que hoy mismo él se cortará los cabellos si no logra revivir los argumentos.

Él único comportamiento filosófico en este momento es retomar la discusión dejando atrás la ambición de una victoria fácil mediante argumentos que convencen por ser solo semejantes a la verdad.

Toca entonces proceder con rigor extremo, y los interlocutores deben ser también implacables a la hora de aceptar o rechazar el razonamiento.

Así, creyó, iba a encontrar las respuestas sobre por qué es la Tierra redonda y está en el centro, por ejemplo.

Sólo entonces entendió que era un error mirar directamente a los fenómenos sin previamente considerar los conceptos más seguros.

Y el alma no puede admitir a la muerte, pues la vida es lo que la constituye.

Si lo no-caliente fuera indestructible, al acercarse lo caliente a la nieve, esta no cesaría, sino que se retiraría.

Sócrates, alabándolo por tal actitud, lo insta a repasar nuevamente y con mayor rigor las premisas de todo el razonamiento, y expresa la esperanza de que así habrá una certeza que no necesite revisiones posteriores.

Sócrates realiza una descripción geográfica en la que distingue tres lugares: Subidas a embarcaciones al Aqueronte, las almas que vivieron moderadamente pasan un tiempo en el lago expiando sus faltas, y recibiendo honores por sus buenas acciones, según les corresponda.

Aquellos que han cometido faltas muy graves, pero aun así se consideran recuperables, tras un año de permanecer en el Tártaro la corriente los devuelve al lago Aquerusiano, donde deben suplicar a quienes han cometido sus injusticias que los absuelvan.

Y los que se han purificado en vida mediante la Filosofía logran un destino aún más dichoso, viviendo en el porvenir librados del cuerpo en una morada aún más bella e imposible de describir.

Por ello, concluye Sócrates, no debe temer la muerte quien ha vivido desechando los placeres del cuerpo y procurando los bienes propios del alma: la prudencia, la justicia, el valor, la libertad y la verdad, puesto que grandes son las esperanzas para ellos.

No obstante Sócrates implora a los dioses para que su viaje al más allá se haga con suerte.

Luego de esto ya no responde, y Critón le cierra los ojos.

Sarcófago romano del siglo II d.C. que representa las puertas del mundo subterráneo , destino de las almas para los griegos. Museo Arqueológico de Antalya , Turquía .