[4] En el último tercio del siglo XIX la ceremonia, al igual que otras ceremonias palatinas de la corte española, se sistematizó y tomó su forma definitiva.
Con anterioridad a la ceremonia era usual que el soberano y su consorte recibieran en audiencia privada al ablegado apostólico encargado de la entrega, recibiendo de este el breve pontificio que le nombraba a tal efecto.
[Nota 1] Además en esta audiencia se señalaba un día para la ceremonia de entrega.
Mientras la reina recibía la Rosa de Oro, el eclesiástico pronunciaba las palabras previstas por el ritual romano para la ocasión.
Con esto finalizaba la ceremonia propiamente dicha, volviendo a la Real Cámara de forma solemne y en procesión.