En 1657 El esclavo del demonio fue imitado por Agustín Moreto, Jerónimo de Cáncer y Velasco y Matos Fragoso en la obra titulada Caer para levantar, cuya primera jornada se debe a Agustín Moreto.
Lisarda se encuentra en la misma situación, pues ha transgredido la autoridad de su padre negándose a casar con el pretendiente que le propuso.
Los dos se sitúan al margen de los valores establecidos en la época y se arrojan al camino diabólico en una impetuosa fuga hacia adelante, convirtiéndose en bandoleros que viven y actúan ajenos a la moral vigente, llevando a cabo toda suerte de actos delictivos.
La verdad divina le ha sido, tras tantas horrendas peripecias, al fin desvelada, volviendo a su ser primero de hombre religioso, sabio y virtuoso por intercesión del ángel de la guarda, que vence en combate al demonio y reintegra la cédula del pacto (otro motivo que reaparece en el drama de Calderón) al renovado don Gil.
Se le ha achacado a Mira que los protagonistas experimentan cambios extremos y poco justificados, pero es ahí precisamente donde radica la fuerza de la obra, que muestra cómo las pasiones humanas pueden arrebatar la voluntad.