En su término municipal podemos encontrar el nacimiento del río Mijares.
Su iglesia llegó a tener varios sacerdotes y entre sus residentes en esos siglos aparecen notarios, maestros, carpinteros, herreros e incluso un cirujano en 1702.
En aquella época surgió una familia que alcanzó cierta notoriedad y riqueza: los Dolz del Castellar.
Hacia 1925, una joven que se fue a servir a la Ciudad Condal, sacó estos versos: Adiós Castellar, mi pueblo / las espaldas te voy dando / no sé quién me dejo dentro / que me despido llorando.
(Anónimo) En los últimos años se han descubierto numerosas huellas de dinosaurios, que han dado renombre a la localidad.