Sin embargo, las obras no atrajeron compradores y él mismo las donó en 1881 al Museo del Prado, donde actualmente se exponen.
La interpretación tradicional del cuadro ha sido la de dos villanos luchando a bastonazos en un paraje desolado enterrados hasta las rodillas.
Por esta razón el cuadro parece prefigurar la lucha entre las «dos Españas», que se prolongará en el siglo XIX entre progresistas y moderados, y en general en las posturas antagónicas que desembocaron en la guerra civil española (1936-1939).
Los críticos extranjeros del siglo XIX han visto tradicionalmente en esta obra una representación de una costumbre rural española, y han intentado localizar en alguna región geográfica (Charles Yriarte en Galicia) este bárbaro uso.
Su visión acerca del tema ha sido preferentemente simbólica: la muerte implacable, la discordia entre los hombres o las guerras civiles.