La primera alusión a una falsificación de un documento público que cobrara relevancia es ubicada por los estudiosos del tema hacia el siglo V a. C., en Atenas, Grecia.
Durante este período, proliferaron los títulos nobiliarios falsos o adulterados, como así también, los privilegios reales y las bulas papales que, al no existir un método para diferenciar lo falso de lo verdadero, circulaban con total impunidad (Wallace, 1956).
Fue hasta a principios del siglo XIII cuando el papel fue actualizado por los franceses, quienes lo importaban de España e Italia, pero fue Juan Gutemberg, quien con el invento de la imprenta dio impulso a la fabricación del papel.
Este análisis deberá hacerse al microscopio-estéreo, con el objeto de utilizar el menor papel posible; sin embargo, puede efectuarse a simple vista siempre y cuando haya suficiente papel disponible; para ello existen fórmulas químicas que en Francia se les denomina “Norma NF Q 03-001”, que es la que precisa las coloraciones obtenidas por las fórmulas en las diversas fibras, siendo estas las llamadas “Reactivo de Herzberga”, “Reactivo de Selleger” y “Reactivo de Lofton-Merrit”.
En el mundo moderno la experiencia y las investigaciones científicas enseñan objetivamente cuales son las variaciones que la escritura puede sufrir por razón de los elementos usados para su confección.
En todo tiempo, los hombres se han preocupado por buscar las combinaciones, composiciones y mezclas más adecuadas para su preparación, y señalar al mismo tiempo sus coloridos, intensidades, grados de oxidación, fijación e indelebilidad, etcétera, a fin de conocer con más facilidad los fraudes, correcciones, borrones y otras anomalías que ocurren a menudo a consecuencia de su constante uso o empleo.
Hay tintas muy finas que se secan con mucha dificultad, posiblemente por la presencia de azúcares, glucosas, etcétera.
Ya vemos como los papeles carbón y las tintas usadas para los mimeógrafos, así como las de imprenta, deben llevar alguna sustancia higroscópica que impida una evaporación rápida a fin de que los colorantes no se sequen inmediatamente.
Por eso el experto debe ejercitar su ojo observador a fin de que las sensaciones cromáticas le lleguen con su valor bien definido y exacto en cada caso; se necesita, en consecuencia, una buena capacidad perceptiva que permita hallar aun las más mínimas discrepancias entre los matices más cercanos contemplados en la escala de tonos y coloridos.
Hay colores casi semejantes que, al ser comparados con detenimiento, ofrecen serias diferencias.
Muchas veces el mismo examen de las manchas creadas en un escrito o documento, por la acción del borrador o del raspado, indica la similitud entre sombras y el color esencial del papel, y para buscar su claridad y definir con exactitud su alcance resulta necesario observar de manera cuidadosa cada uno de los detalles.
Así pues, cuando se habla del color es preciso atender sus propiedades fundamentales: tono, claridad y saturación.
Los defectos por la visión del color, muy principalmente la cromastenia común, o dificultad en que se hallan aun los sujetos normales por falta de experimentación para distinguir el tono de los colores y diferenciar exactamente su claridad y poder.
En una experiencia y en un cotejo relativos a este fenómeno, debe expresarse claramente el efecto proveniente del hecho indicado.
La pluma comprueba la fluidez de las tintas: hay tintas que emanan normalmente de aquellas, y hay otras que, por su constitución grasa, no caen ni obran sino mediante una fuerte presión.
Previendo esto se ideó la formación de una tinta que, aparte de reunir los requisitos anunciados anteriormente contuviera alguna sustancia que afectara o atacara en algo el papel, sin dejar huellas muy profundas, pero en todo caso bien definidas.
Por principio de cuentas, debemos distinguir previamente entre dos clases de edades, la llamada “edad absoluta ”y la “edad relativa”, siendo la primera la que corresponde a una tinta desde su fabricación, y la segunda es la antigüedad de una tinta con respecto a otra, pues como sabemos, una tinta puede tener un proceso natural de envejecimiento dentro del frasco en el que se envasa y, por consecuencia, aun cuando determinados la edad, esta no puede estar acorde con el documento en cuestión, tomando en cuenta, además del proceso que sufre con la exposición a la luz, aire, o sea factor ambiental, humedad, etcétera, lo que nos indica que esto es solo un factor teórico.
Los de mala calidad e incluso acumulan tinta en tal cantidad, que el exceso llega a rozar con la superficie del papel: manchas oscuras o surcos acompañan a los rasgos de diversos puntos.
Desde luego, la manera de sostener el bolígrafo influye en el fenómeno y la anomalía del rasgo hace pensar injustamente en un fraude, siendo así que es perfectamente normal y debida solo a la mala calidad del instrumento empleado.
Es en el texto donde se detecta con facilidad la mayoría de las falsificaciones, ya sea por adición, alteración, sobre posición o supresión.
Muchas veces el falsificador solamente suprime una palabra, otras sustituye esta por otra.
Debemos tener en cuenta que muchas veces la supresión de una palabra no es necesariamente un hecho fraudulento, pues pudiera ser una equivocación en la redacción de un documento, y haberse efectuado por la misma persona que manufacturara el escrito o documento.
Por regla general, estas sustancias empleadas para el lavado atacan al encolado del papel y desprenden parcialmente las fibras superficiales, pero esto no es muy visible, y en la mayoría de los casos el falsificador los vuelve a alisar o es tan insignificante que no se nota.
Hablan de la medición comparativa de la conductibilidad eléctrica del documento, entre la zona sospechosa y la que con toda evidencia no ha sufrido ninguna alteración, ya que el lavado modifica la carga mineral del papel y, por ende, su conductibilidad eléctrica.
Por regla general, el falseario no está en capacidad de reproducir el mismo pulso y la misma intensidad del sujeto que trata de imitar; de aquí que la intercalaciones aparezcan con retintamientos, con matices indebidos y con distancias mal guardada, sobre todo en lo que se refiere a espacios y márgenes.
La falsificación por recortes se hace con partes del material auténtico y el falseario lo utiliza con mira a reconstruir textos o manuscritos al parecer originales.
La falsificación por imitación servil, por su parte se conoce por las interrupciones, tropiezos, retoques, tembelequeos y variabilidad intensiva de las tintas.