El uso de tests psicológicos normalmente implica decisiones dirigidas a la intervención.
[2] Es necesario conocer bien los aspectos epistemológicos, técnicos y éticos que subyacen a la aplicación de las pruebas.
Además, cada test tiene una finalidad: pueden ir dirigidos al cribado, al diagnóstico, a la simple valoración, a la medición de habilidades o de desempeño, etc.[3] Es fundamental conocer el contexto dentro del cual se puede hacer un uso válido y legítimo.
Se debe evitar la etiquetación o clasificación de personas de acuerdo con resultados en los tests, ya que los resultados son contextuales y van dirigidos a la intervención sobre situaciones concretas para mejorarlas.
[4] El uso inadecuado de tests da lugar a errores de medida e interpretación,[2] ocasionando a las personas evaluadas perjuicios difícilmente reversibles, ya que hay pruebas que sólo se pueden administrar una vez, pues la familiarización hace inválidos los resultados en aplicaciones posteriores.