Diabetes tipo II y ejercicio

El ejercicio se basa en la actividad muscular, la cual viene determinada por el consumo de oxígeno y el gasto energético.

Evidentemente, no es lo mismo dar un cómodo paseo por el parque que correr una maratón.

La frecuencia cardíaca es un parámetro fácil de determinar, pues basta con tomarse el pulso.

Para calcularlo veamos un ejemplo: El límite de este sujeto al realizar ejercicio físico serían 130 latidos por minuto, no debiendo sobrepasar esta frecuencia cardíaca bajo riesgo de tener complicaciones derivadas del ejercicio.

Para evitar complicaciones derivadas de este hecho, es aconsejable iniciar el ejercicio físico con niveles aún menores de la FCM, en torno al 40%, e ir subiendo progresivamente hasta alcanzar el mínimo del 60%, límite en el cual la actividad física empieza a ser realmente eficaz.

Sin embargo, las sustancias que proporcionan esa energía al organismo podrán variar en virtud de factores tales como la intensidad y la duración del ejercicio.

Conforme la intensidad va subiendo, se va consumiendo de forma mixta glucosa y ácidos grasos, no debiendo superar su duración las dos horas.

Finalmente, cuando la intensidad es muy alta, el consumo es preferentemente de glucosa y la duración no debe exceder la hora.

Las recomendaciones al diabético serán, pues, realizar actividades de baja intensidad durante 5 a 10 minutos al inicio del ejercicio, que se irán subiendo paulatinamente hasta realizar una actividad de intensidad moderada durante un máximo de 30 a 45 minutos en personas con capacidad cardiopulmonar ya adaptada.

Cada uno tiene sus beneficios diferenciados, siendo el caso que, para el paciente diabético, es de elección el ejercicio aeróbico, dados sus mayores ventajas cardiopulmonares y metabólicas.

Los resultados mostraron una disminución de la misma (5,6%, frente al 8,5% del grupo que no hizo ejercicio), así como otras mejoras en la capacidad física de los participantes: disminución del perímetro abdominal (74 cm.

[10]​ Estos resultados mejorarían el pronóstico en cuanto a desarrollar enfermedad cardiovascular o insuficiencia hepática en los diabéticos tipo II.

Estas lesiones serían: De estas consideraciones se deduce la necesidad de hacer una completa exploración al diabético candidato a realizar el ejercicio físico, destinada por una parte a descartar las patologías relacionadas con anterioridad, y por otra a detectar otras posibles alteraciones que pudieran influir también negativamente en los resultados del ejercicio.