[1] Aristóteles sostenía que cuando en los gobiernos populares la ley es subordinada al capricho de los muchos, definidos por él como los "pobres", surgen los demagogos que halagan a los ciudadanos, dan máxima importancia a sus sentimientos y orientan la acción política en función de los mismos.
En sentido contrario y paradójicamente, muy habitualmente, las dictaduras se han instalado sosteniendo que lo hacían para terminar con la demagogia.
[1] También se considera como demagogia a la oratoria que permite atraer hacia los intereses propios las decisiones de los demás utilizando falacias o argumentos aparentemente válidos que, sin embargo, tras un análisis de las circunstancias, pueden resultar inválidos o simplistas.
Las promesas que suelen realizar los políticos durante las campañas electorales son habitualmente criticadas como demagógicas cuando aparecen como irrealizables.
La demagogia puede ser utilizada también para enfrentar poderes legítimamente constituidos, haciendo valer sus propias demandas inmediatas e incontroladas.
Consiste en utilizar datos numéricos para apoyar una hipótesis o afirmación, pero que estando fuera de contexto no reflejan la realidad.
También conocida como falsa dicotomía, hace referencia a una situación donde dos puntos de vista alternativos son presentados como las únicas opciones posibles.