El consenso actual de los historiadores, aceptado por varios autores confesionales, es que Daniel es un personaje legendario, bajo cuyo nombre se escribió, en el siglo II a. C., un libro apocalíptico que aludía al reinado del monarca helenístico Antíoco IV Epífanes.[2][3] Daniel es un nombre hebreo que consta de dos partes: el primer segmento proviene del verbo דין (din) 'juzgar', 'contender' o 'alegar' y la porción final es אל ('El), 'Dios', 'divinidad'.Según este autor, Daniel pertenecía a una familia noble del Reino de Judá, tal vez emparentada con la realeza.Los jóvenes fueron introducidos en la cultura mesopotámica, aprendiendo su lengua, su escritura y su tradición literaria motivo por el cual recibieron nombres en lengua acadia tardía; el texto bíblico los transcribe como Beltsasar o Baltasar[9] (Balâtsu-usur, ' Protege su vida'[10][11] o bien Bēl-šarra-uṣṣur, 'Bel, protege al rey'[12]), para Daniel, y Sadrac, Mesac y Abednego, para los otros tres jóvenes respectivamente.Fueron alojados en el palacio real, hoy identificado con la zona arqueológica de Kasr, en la margen occidental del Éufrates.Después de una formación de tres años, Daniel y sus tres compañeros, fueron presentados ante Nabucodonosor quien, dice el texto: "los halló diez veces mejores que todos los magos y astrólogos que había en su reino".Daniel, que no había estado presente en ese episodio, fue también arrestado pero, al enterarse acerca de lo ocurrido, habló con Arioc, jefe de la guardia, y solicitó un plazo para poder responderle al soberano.Entre tanto, Daniel y sus compañeros oraron a Yahveh pidiendo les revelase el misterio.[18] En todos esos años los relatos mencionan el episodio del ídolo de oro,[19] en el cual los tres jóvenes fueron arrojados a un horno ardiente, y otro que, presentado como un testimonio del propio rey, narra la transformación de Nabucodonosor en bestia.Cuando Daniel supo que el edicto había sido firmado, entró a su casa y oró tres veces al día, como lo solía hacer anteriormente; entonces dichos hombres lo hallaron orando a Dios, por lo que fue acusado de violar el edicto real del rey y, por ello, arrojado al foso de los leones, en el cual no sufrió daño alguno.Su muerte se sitúa, entonces, entre el tercer año de reinado del mencionado soberano persa, es decir entre 536 y 530 a. C., cuando muere Ciro (pues ya no se menciona su presencia en tiempos de Cambises).También se le anuncian invasiones y guerras en la tierra de Israel, protagonizadas por personajes enigmáticos designados como el rey del norte y el rey del sur, posiblemente algunos de los soberanos helenísticos.Daniel describe la existencia de un reino que oprimirá al pueblo elegido, imponiendo nuevas leyes, prohibiendo el culto según la Torá y exigiendo la adoración del soberano.[35] Existe una referencia sobre Daniel en el libro de Ezequiel (capítulo 14:14); en la misma se lo considera como un modelo de sabio, esto ha llevado a considerar que el pasaje se refiere a Dan-El, un mítico héroe cananeo y fenicio,[36] postura rechazada por Dressler,[37] pero aceptada por gran parte de la comunidad académica.[39] El lenguaje del libro y las inexactitudes acerca del período en el cual está situado (imperio neobabilónico y conquista persa) en contraste con la minuciosidad de las descripciones de Antíoco, tienden a sugerir esta noción.[43] No obstante, el contexto menciona a Daniel junto con personajes que vivieron en el pasado, como Noé y Job, modelos de sabiduría, y no parece que aluda a un contemporáneo menor del profeta.[54] Ciro lo había hecho cargo de la enseñanza de la verdadera religión, cuando Daniel le pidió permiso para reconstruir el Templo y retornar a Judea, el rey accedió al primer pedido pero rehusó dejarlo ir alegando que “si tuviera mil profetas como tú, quisiera que todos se quedasen conmigo”.