El fresco forma parte de una serie puesta en la base de la capilla en la que figuran, alternándose, los profetas del Antiguo Testamento junto a las Sibilas paganas.
Estos profetas y sibilas ocupan espacios triangulares, y son las figuras más grandes del conjunto de la Bóveda de la Capilla Sixtina.
Es una pintura escultural que demuestra los conocimientos de anatomía del autor.
Los colores prefiguran el manierismo: los tintes claros y metálicos, ricos en cangiati (pasos del amarillo al verde, del violeta al malva) (Carrassat).
La luz ilumina de lleno su brazo izquierdo mientras que su cara y su otro brazo se oscurecen en la sombra, así como el personaje extraño e impreciso que aparece detrás de él.