En un comienzo, fueron utilizadas para albergar a prisioneros condenados por la Real Audiencia de Santiago y Quito.
Durante el siglo XVIII, la isla Robinson Crusoe fue considerada por la Corona Española un buen lugar para la creación de una cárcel que pudiera albergar a los presos condenados por la Real Audiencia de Santiago y Quito.
Estos no sabían que mediante la orden del Virrey del Perú, don José Fernando de Abascal, y llevada a cabo por Mariano Osorio, serían desterrados a la isla el día 12 de noviembre en la corbeta Sebastiana.
Junto a ellos se encontraban condenados por insurgencia y presos comunes, detenidos por asaltos o crímenes menores.
Sin embargo, el Gobernador Casimiro Marcó del Pont hizo caso omiso pues encontraba que la situación del momento era demasiado complicada para, además, liberar a aquellos que lucharon por la Independencia de Chile.