Cristina de los Países Bajos

Era invidente casi de nacimiento, pues la reina Juliana contrajo la rubéola durante su gestación.

Con el tiempo, los avances en la medicina permitieron tratamientos que, con la ayuda de unas gafas especiales, produjeron una mejora en su visión para que pudiera asistir a la escuela y vivir una vida relativamente normal.

A pesar de esta desventaja inicial, Cristina fue una niña brillante y feliz, con un gran talento para la música.

También tenía una gran capacidad para los idiomas —algo frecuente en los invidentes debido, entre otros factores, a su sensibilidad sensitiva y su entrenamiento memorístico—.

[3]​[4]​[5]​ Desde la muerte de estos, ya divorciada, la princesa residía entre Londres y Monte Argentario.