La crisis migratoria cubana fue una situación humanitaria crítica que se agudizó entre 2015 y 2017 con el flujo descontrolado de migrantes cubanos hacia Estados Unidos, vía Sudamérica y Centroamérica.
A diferencia de los balseros, cuyo recorrido era marítimo a través del Estrecho de Florida, este flujo migratorio iba en dirección a Sudamérica vía aérea (hasta el 1 de diciembre de 2015, la principal ruta de escape era Ecuador ya que no exigía visa a los cubanos, luego la ruta principal pasó a ser Guyana)[1] y luego terrestre desde ese país hasta Estados Unidos, atravesando en total ocho países.
[10] No obstante, la medida no alcanzó a los cubanos varados en Panamá, del cual ese país a través del presidente Juan Carlos Varela y la vicepresidenta Isabel Saint Malo garantizaron un trato digno a los migrantes con el fin de trasladarlos hasta México.
Desde Tapachula los cubanos se movilizaron por su cuenta en México hasta la frontera con Estados Unidos.
[29] Por segunda vez, Panamá logró un nuevo puente humanitario con México el 6 de mayo, permitiendo el traslado aéreo de unos 3500 cubanos varados en la frontera tico-panameña hasta Nuevo Laredo.
[40] Debido a las retenciones en otros países, un grupo de cientos de cubanos acampó frente a la embajada mexicana en Ecuador, exigiendo un puente humanitario, no obstante, han quedado sin respuesta.
[43] Esto ha generado un nuevo punto de retención en Panamá, que ha llegado a los 300 migrantes cubanos, esparcidos entre la Ciudad de Panamá y la frontera en Paso Canoas, que incluye también migrantes haitianos y africanos.
[3] De igual manera, Cuba quien se mantuvo reticente en recibir a los cubanos ilegales durante décadas, accedió finalmente a recibir los cubanos que fuesen deportados de Estados Unidos.