II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano
Sería, pues, en ese ambiente que el entonces presidente del Celam, Manuel Larraín (obispo de Talca, Chile) concebiría la idea de una reunión episcopal latinoamericana para ver la realidad del continente a la luz del Vaticano II y que éste «no pasara al lado de la Iglesia latinoamericana».La iniciativa fue bien acogida e implícitamente animada por Pablo VI, situación que conduciría a la preparación formal de ese evento.Por otra parte, cabe destacar que por primera vez en una reunión oficial del episcopado en América Latina, se contó con la presencia de once observadores no-católicos, hecho que destacará no solo, porque en Río de Janeiro no asistió ningún no-católico, sino porque en las siguientes el número fue decreciendo (cinco en Puebla y tres en Santo Domingo).Para el trabajo concreto en la Conferencia los tres primeros días se dedicaron a la exposición y discusión de siete ponencias pronunciadas por otros tantos obispos.Estas ponencias servirían de guía a las 16 comisiones y subcomisiones encargadas de elaborar las aplicaciones pastorales, cuya división y títulos corresponden fundamentalmente a las Conclusiones del Documento Final.Una vez hecho público dicho documento experimentó una trayectoria infortunada: nadie se presentó a defenderlo, varios obispos colombianos se deslindaron de él, fue rechazado desde el primer intento por la presidencia de la Conferencia y no sería citado ni en las Comisiones, ni mucho menos en los plenarios.En lo que ve a su contenido, el texto redactado con un tono exhortativo se caracteriza por enfatizar la conciliación social, así como por evitar mencionar en concreto realidades conflictivas.Otro incidente relevante fue que durante el desarrollo de la Asamblea doscientos universitarios y trabajadores reunidos en el café La Bastilla fueron discutiendo los mismos problemas que los obispos, siendo disueltos todas las noches por la policía.En cuanto al primer cometido, los textos de Medellín muestran, no obstante algunas ambigüedades, una recepción fiel, pero también selectiva y creativa del concilio.Fiel y selectiva porque asume sin cortapisas la transformación del lenguaje y la vida eclesial de un modelo de cristiandad al mistérico/comunitario propuesto en Lumen gentium, en este mismo orden de ideas asume muchos otros elementos como la reforma litúrgica, la concepción experiencial e histórica de la revelación, el antropocentrismo integral, el método inductivo y la actitud dialogal con el mundo que había quedado plasmada en la Gaudium et spes.