Huérfana de padre a temprana edad, se educó con su madre.
En los casi cinco años que permanece allí descubre un mundo complementario del que había conocido hasta entonces: sensibilidad, luz, visión esteticista del mundo y de la vida.
Entre sus colegas de aquellos años se encontraba Antonio Bonet Correa y José Luis Comellas.
Su estancia en la capital hispalense le permitió conocer y estudiar el espléndido arte andaluz, formar un pequeño grupo de investigadores que trabajaba en el Archivo de Protocolos, del que surgieron algunas tesis y varios artículos.
[8] En 1976 regresa a la Universidad de Navarra donde estará veinticinco años hasta su jubilación.