La convocatoria tuvo gran éxito entre los mineros y en pocas horas se concentraron miles de ellos en Oviedo.
Al mismo tiempo que la motorizada, se fue organizando una columna ferroviaria, compuesta por dos locomotoras y doce vagones.
Caminero y los mandos milicianos se reunieron con el general Carlos Bosch y Bosch, comandante militar de la plaza, que se negó a entregar armas a los mineros asturianos sin una orden escrita del gobierno.
El general Bosch accedió a entregar a los mineros 200 fusiles con 10 cartuchos por arma y tres ametralladoras, material que sería entregado una vez que los mineros hubieran salido de la ciudad.
Según lo pactado con el general Bosch se entregó a los mineros el armamento acordado, pero estaba todo en tan mal estado que Gómez-Caminero se negó a firmar el recibo, aunque tampoco hizo nada para solucionar el problema.
Por su parte, el tren especial salió a las siete de la tarde por la línea Astorga-Plasencia, deteniéndose las dos columnas en Benavente para pasar la noche.
Al conocer la noticia, la opinión unánime de los mineros fue regresar a Asturias.
El teniente García Menéndez, de la expedición asturiana, intentó parlamentar con los guardias y logró entrar en el cuartel ondeando una bandera blanca, pero fue detenido por los sublevados,[1] que dispararon con ametralladora sobre la masa de mineros que esperaba en la plaza.
Los mineros atacaron el cuartel con dinamita y fusilería, pero la mayor parte no disponían de armas y se retiraron hacia Villablino en el tren minero, pasando luego a Asturias por sus propios medios.