Más tarde se establecerieron congregaciones para determinados grupos sociales, como sacerdotes, nobles, mujeres, comerciantes, obreros, empleados, casados, solteros, soldados, (ad infinitum).
Asimismo, estas asociaciones experimentaron un gran y rápido crecimiento pasando a convertirse en un grupo de personas combatientes, activistas católicos, personas que se mostraban fiel al Papa y por supuesto, capaces de dar lo imposible por mantener y seguir construyendo el reinado social de Cristo.
Asimismo, es necesario resaltar que existieron diferentes tipos de congregaciones marianas, como por ejemplo la congregación "Prima, primaria" o "Santa Ana", cuyos nombres eran determinados básicamente por la especialización social de cada una.
Aun así, la mayoría eran asociaciones estudiantiles que pretendían garantizar la formación intelectual a través de una educación cristiana en el ámbito moral de estos y por supuesto, una preparación para el futuro y para que fuesen capaces de transmitir los valores y las normas que ellos habían aprendido.
Fue la primera asociación religiosa en donde la mayoría de los miembros eran laicos o seglares, adelantándose en muchos siglos al papel de los laicos que consagró definitivamente el Concilio Vaticano II.
Todas ellas han dado un fruto abundante en tareas de evangelización y labores asistenciales.
Las primeras congregaciones estaban formadas, sobre todo, por los chicos más jóvenes (pueri) del colegio, que iban a Misa a diario, practicaban la confesión semanal, la comunión mensual y hacían media hora de meditación cada día y practicaban otros ejercicios de piedad.
En el año 1564 se constituyó la Congregación de al Anunciación con 73 miembros y 12 secciones.
Hubo también modelos similares, aunque no agregados a la "Prima Primaria", como, por ejemplo, las confraternidades (o cofradías), fundadas por los jesuitas en Japón.
Según el historiador jesuita John O'Malley, estos grupos, "eventualmente tuvieron ramas masculina y femenina y se dedicaron tanto a las obras corporales como espirituales de misericordia.
Tras esta supresión, las congregaciones crecieron enormemente en el siglo XVIII; aumentaron de 2500 a 80 000 grupos.
Este cambio consistió en enfocarse más en aspectos dedicados al servicio de las personas necesitadas, interpretando así la llamada del Concilio Vaticano II.
Sin embargo algunas congregaciones marianas permanecieron como tales sin convertirse en comunidades de vida cristiana, adaptando sus reglas a los cambios del Concilio y al magisterio posterior, sin renunciar a su identidad fundacional ni a los pilares fundamentales de las Congregaciones que son: la santificación personal, la defensa de la Iglesia, el apostolado y la donación total de uno mismo con la consagración a la Virgen María.
En la actualidad, siguen teniendo vida activa numerosas congregaciones marianas, con una especial revitalización en Estados Unidos.
En 1748 , el papa Benedicto XIV hizo un regalo especial a las congregaciones en la forma de una bula papal llamada Gloriosae Dominae, que llegó a ser conocida como la "Bula áurea", ya que no fue sellada con plomo, como era costumbre, sino con oro -con el fin de dar honor especial a la Madre de Dios.
Como consecuencia, prácticamente todas las congregaciones marianas bajo su influencia (con directores espirituales jesuitas) languidecieron, y acabaron por desaparecer.
Las CVX son ahora un movimiento con presencia mundial establecido en un centenar de países.
Algunas Congregaciones Marianas, no dependientes de la compañía de Jesús, que permanecieron fieles a su espíritu y organización original, han sobrevivido y aunque no muy numerosas, son pujantes allí donde existen.