También es el más conocido internacionalmente por la riqueza del patrimonio funerario que contiene.
Uno de ellos, cuya construcción en 1879 fue supervisada por Bockstael, será transformado unos cuarenta años más tarde para albergar su tumba.
Tras la Segunda Guerra Mundial se realizó una última extensión para instalar una zona de enterramientos militares.
Las personas que habían alcanzado cierta notoriedad desde la independencia de Bélgica deseaban ser enterradas en Laeken con un monumento funerario que les distinguiera de la gente común.
Como consecuencia, en el cementerio se pueden encontrar, grabados en la piedra, una gran profusión de títulos nobiliarios, altos cargos militares o de funcionarios civiles, alcaldes, ministros y consejeros.